
Stephen King llegó a la vida de Josh Boone algo más tarde, y lo cambió todo. Boone venía de una familia muy creyente del norte de Virginia, y se había pasado la infancia rodeado de libros religiosos. "En mi cabeza, las cubiertas de aquellos manuales de fe cristiana se mezclaban con el monstruo de 'It' --continúa-. Era muy estimulante". La diversión se acabó el día en que sus padres encontraron todas las blasfemias literarias que guardaba clandestinamente bajo la cama y las arrojaron a la chimenea para que quemaran con las llamas del demonio. Airado y furioso, Boone escribió una carta al señor King, hablándole de todas las noches que había pasado en blanco leyéndolo. Contra todo pronóstico, el maestro le respondió.
Con poco más de 30 años, Boone ha rodado su primera película. Teniendo en cuenta sus antecedentes, todo apuntaba a que sería un subproducto Marvel, un 'actioner' intergaláctico o una comedia de terror 'low cost'. Pero no. Se titula 'Un invierno en la playa', y es un melodrama con historias de amor y desamor en una familia menos calvinista que la que lo vio crecer. En ésta, todos son escritores. "No tiene nada que ver con el ambiente en el que me crié, pero me identifico bastante con el hijo pequeño, Rusty, un adolescente fan de 'The stand' que escribe poemas y fuma maría a escondidas a la azotea de su casa -remacha-. Confieso que arranqué unas cuantas páginas de mi diario del instituto para construir el guión ".
Aquí no hay dinosaurios de plástico ni superhéroes en mallas de algodón. A cambio hablan de un libro que se llama 'Suited monkeys' y cocinan el pollo de Acción de Gracias empalado en una lata de cerveza. En cuanto al resto, no ha sido muy diferente de aquellos rodajes 'amateurs' que Boone organizaba cuando era un mocoso de metro y medio. "Veinte días en una casa de Carolina del Norte, cerca del mar, con Jennifer Connelly y Greg Kinnear y todos los demás, comiendo y charlando y riendo y tocando la guitarra y tomando cerveza -recita-. Ha sido como ir de vacaciones". Para un cineasta debutante, llegar al día del estreno sin la sensación de haberse quemado los dedos ya es un gran qué.
Y todo gracias a Stephen King. Aquel famoso sobre que llegó a casa de los Boone, a principios de los años 90, le ha acompañado siempre. "Cuando lo abrí aluciné -recuerda-. Stephen había utilizado todas las contras de sus novelas para hacerme una especie de 'collage'". Nunca ha entendido por qué un escritor consagrado se tomó tantas molestias por un adolescente anónimo de la Costa Este. ¿De verdad importa? "Las historias son bonitas cuando son misteriosas -sentencia Boone-. Sin saberlo, esta carta abrió la puerta de una relación que se extendería a lo largo del tiempo". De momento, en 'Un invierno en la playa' Stephen King aparece haciendo un curioso cameo telefónico. Aunque Boone tiene planes mucho más ambiciosos.
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