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Michael Winterbottom
©Rob Greig

Michael Winterbottom estrena 'The trip'

El cineasta inglés nos descubre el porqué de la voz de ultratumba de Michael Caine

Escrito por
Time Out Barcelona Editors
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Cuando me dijeron que el señor Winterbottom estaba trabajando en su próxima película y que no me podría dedicar mucho tiempo, me lo imaginé estirado en un chester marrón con marcas de cigarrillo y un antiguo número del Sight&sound sobre la cara, para protegerse del sol. Creo que incluso visualicé un vinilo de los Sex Pistols encallado en el plato del tocadiscos, en una vuelta perpetua más allá de la vida y la muerte. No fue así del todo. "Perdona, estoy a punto de coger un avión", exclamó. No saqué mucho en claro: se iba a Italia, con Steve Coogan, para un rodaje que hoy ya debe haber empezado.

Entre el tráfico de maletas, los controles del aeropuerto y otra incidencia habitual del viajero desorganizado, la llamada se acabó con un alud de disculpas antes de que hubieran transcurrido cuatro minutos, de los cuales tres fueron puro caos portuario. Si hubiera aguantado un momento más al teléfono le habría preguntado por la voz de Michael Caine. Es una de las bromas recurrentes de 'The trip': ¿qué ha pasado con el timbre nasal y molesto de aquel joven que en 1975 se fue a hacer senderismo con Sean Connery a 'El hombre que pudo reinar'? ¿Por qué ahora parece que no hable desde la ultratumba? La respuesta: demasiados puros, demasiado whisky, demasiado vicio.

Si lo hubiéramos podido alargar todavía un poco más, habríamos hablado de melomanía. Tenía pensado hacer boca con la escena musical de Manchester, años 80, que retrataba en '24 hour party people'. Hubiéramos seguido con los ocho grupos que llevó a la Brixton Academy de Londres en '9 songs', con especial atención a Black Rebel Motorcycle Club, que fueron los únicos que tocaron dos temas. Y para acabar, quizá me hubiera podido explicar de dónde viene su lacrimógena fijación con 'The winner takes it all' de ABBA, que después de la afonía de Michael Caine en 'El caballero oscuro' es el trending topic más valorado de 'The trip'.

Con un poco de suerte, también hubiéramos llegado a hablar de Steve, su actor predilecto, amigo íntimo y, por lo que tengo entendido, compañero de vuelo. En '24 hour party people' hizo de maestro de ceremonias de los Madchester years. Encarnaba a  Tony Wilson, peso pesado de la industria discográfica y creador del nightclub Haçienda, antro muy popular de la época. Steve  también fue el caballero picaresco en 'Tristram Shandy', con peluca blanca estilo Luis XVI y un rebaño de ovejas lanudas. Y en 'The trip' vuelve a ser protagonista: interpreta a un crítico gastronómico del Observer que se va una semana de carretera y manta por el Lake District, haciendo la ruta de la alta cocina inglesa, con Rob Brydon de buddy.

Antes de película, 'The trip' fue serie. Se empezó a emitir en la BBC en noviembre del 2010, como eco de 'Marion and Geoff', un programa estilo mockumentary en el que Coogan y Brydon habían intercambiado impresiones por primera vez. Aquí no la vimos en su día, pero me he apresurado en recuperarla para la ocasión y puedo deciros que, en su versión televisiva, 'The trip' es igual de trepidante que en los cines. Habría sido maravilloso charlar con calma, Winterbottom desde su chester marrón notando cómo el disco de los Sex Pistols se va rallando, y yo satisfecho de sentir el paso de las horas. Que vamos a hacerle. En otra ocasión será.

Info práctica

The trip
  • 3 de 5 estrellas
  • Cine
  • Comedia

'The trip' es una especie de remake camuflado de '9 songs' (2004). Lo que se examina aquí son los orgasmos de una relación de amistad –marcada, eso sí, por el cinismo y la competitividad-, sentados alrededor de un tour por restaurantes exclusivos del norte de Inglaterra, y separados por los momentos de soledad que tienen los amigos en cuestión –dos cómicos excepcionales, como lo son Steve Coogan y Rob Brydon– en el transcurso de esta semana gastronómica. Winterbottom sigue explorando los límites entre documental i ficción situándonos en un terreno neblinoso de extraña incertidumbre. ¿Lo que estamos viendo es un psicodrama sobre los efectos narcisistas de la celebridad o un juego metalingüístico en el que dos personas se confunden con sus propios personajes? La falta de evolución dramática y la reiterativa estructura del film pueden cansar al espectador, pero el final, brusco y melancólico, es la prueba que quizá Winterbottom quería hacer un estudio sobre por qué al hombre le cuesta tanto expresas sus sentimientos.

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