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Rolando Villazón
© Gabo / DG

Entrevista a Rolando Villazón

Tenor, payaso, escritor... El mexicano es polifacético, pero ahora nos visita para celebrar el centenario de Verdi

Escrito por
Time Out Barcelona Editors
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Rolando Villazón visita a menudo Barcelona. Lo hizo hace un mes como protagonista de 'L'elisir d'amore' en el Liceu y el día de Sant Jordi firmó libros de su primera novela, 'Malabares'. Ahora vuelve para presentar su último disco, 'Villazón Verdi' (2013).

¿Cómo viviste Sant Jordi?
Fue muy emocionante. No conocía la fiesta y me maravilló tanta gente en la calle celebrando la literatura, el amor, la rosa. Estuve firmando mi propio libro junto a grandes escritores y me di cuenta que Rolando Villazón cantante puede jugar en contra del escritor. Pero estoy haciendo la segunda novela y quiero hacer carrera de escritor, o sea que poco a poco ya no seré el tenor que escribe novelas.

'Malabares' habla de clowns. Tú trabajaste de payaso.
Sí, y aún trabajo, soy el embajador de las Narices Rojas, payasos que van a hospitales en Alemania. Me encantan los payasos, siempre triunfan. Cuando a uno se le desmonta una bicicleta e intenta montarla te mueres de risa, y al final en lugar de la bicicleta le sale una trompeta y hace música o un cohete que lo envía a la luna. Vive entre el caos y el orden, crea una nueva visión del mundo. Todos llevamos un payaso dentro, el problema es que no lo sacamos por miedo al ridículo, pero cuando lo haces se te abren otras trampolines.

¿Hay mucho de ti en el libro?
Sí, es una especie de mitología personal llena de símbolos. Macolieta, el protagonista, tiene vocación religiosa y yo viví esta inquietud; hablo del amor no realizado y yo viví enamorado de una niña, a los 16 años conocí el amor de mi vida, mi mujer, y es el amor realizado, y en la novela hay dos personajes que lo representan; otro está dedicado a mi psicoanalista, y las imágenes plásticas que describo también forman parte de mi mundo.

La escribiste mientras te recuperabas de una operación en las cuerdas vocales. ¿Cómo fue vivir alejado de los escenarios?
Tenía un quiste congénito y se tenía que quitar. Estuve meses sin poder cantar y escuché a Sílvio Rodríguez y Brahms, que me sirvieron de terapia. Me visitaron quince doctores y me dijeron que no se podía operar, hasta que llegó el número dieciséis que era un doctor con lógica de payaso. Me dijo: "Mis colegas tienen razón, no se puede hacer nada, científicamente. Pero no es lógico que con este quiste puedas cantar por todo el mundo porque científicamente no podrías ni hablar. Siguiendo esta lógica, te operaré y tú volverás a aprender a cantar". Me dejó tres meses sin hablar.
En aquel tiempo descubrí que lo que más me gusta en la vida es cantar, ya no para el público, sino cantar per se. Yo sólo quería poder cantar bajo la ducha, si a partir de aquí podía retomar mi carrera, que es lo que he conseguido, esto es un regalo. Canto desde los doce años y el canto para mí era un refugio, un lugar donde ir en momentos difíciles y no quería perder este paraíso. He conseguido todo lo que un cantante puede conseguir y ahora me interesan los nuevos retos artísticos.

¿Qué es Verdi para ti?
Verdi lo es todo, yo debuté en Chihuahua con el personaje de Alfredo de 'La Traviata', y con este mismo papel hice debuts importantísimos en el Metropolitan, en la Ópera de París o el Festival de Salzburgo. La ópera tiene mucho de ejercicio deportivo y a menudo los juicios se limitan a eso, a ver quién hace la nota más alta o la más larga. Pero lo más importante es lo que viene después, la empresa artística, interpretar la obra en el sentido dramatúrgico. Y Verdi te enseña a ir más allá de la partitura para crear un personaje, sus arias no son un momento de demostración vocal sino un monólogo. Verdi exige al cantante que se convierta en el personaje de la obra, que a menudo son ambiguos, muy humanos. Tiene un gran discurso emocional.

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