La masa y el individuo: una parábola de nuestro tiempo


Hammer es un ballet moderno dividido en dos actos que cuenta una historia con una dramaturgia sencilla, pero con una forma simbólica muy bien definida. El título de la obra está justificado desde el principio: un bailarín vestido de beige se acerca a una caja que flota en el centro del escenario y extrae un objeto, un martillo que representa la herramienta —no necesariamente en un sentido literal— con la que se rompen las cosas. Porque esta obra trata sobre la destrucción del orden natural de las sociedades humanas: en el primer acto, los bailarines actúan en grupo porque pertenecen a una comunidad bien organizada y que colabora en la prosperidad colectiva —con una clara referencia al movimiento hippie de finales de los años 60—, pero poco a poco algunos bailarines empiezan a moverse de forma más individualista, ejercitando un pensamiento cargado de egoísmo.
Esta disolución de la fuerza de la comunidad se consolidará en el segundo acto: ahí los bailarines funcionan aislados, en burbujas, vigilados por infinidad de cámaras en una sociedad —la nuestra— que ha perdido los valores comunitarios y que se guía por el materialismo y el disfrute instantáneo sin esfuerzo. La única manera de resolver este malestar es volver al origen, y Hammer también romperá el círculo vicioso del egoísmo para volver a la fuerza de los lazos colectivos, expresados con una danza vibrante y bien coordinada.