3 motivos para no perderse el ballet ‘Hammer’ en el Liceu

La última creación del multipremiado coreógrafo sueco Alexander Ekman es una reflexión sobre la alienación y el egoísmo de nuestro tiempo, con un vibrante juego de luces, sonidos y movimientos
Hammer
©Lennart Sjöberg
Time Out en colaboración con Gran Teatre del Liceu
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Julio llega con mucha (y estimulante) actividad al Gran Teatre del Liceu. De forma simultánea a la recta final de la programación operística —que incluye las últimas funciones de Rusalka, el estreno mundial de Benjamin en Portbou y las dos representaciones del musical West Side Story en versión concierto—, el coliseo de la Rambla presenta también en estas fechas la última gran producción de su temporada de danza: el ballet Hammer. De hecho, el estreno de esta propuesta vanguardista y moderna arranca ya este mes de junio —concretamente el día 29—, y las cuatro funciones programadas se extenderán hasta el 5 de julio.

Hammer es la última creación de uno de los coreógrafos más innovadores de las primeras décadas del siglo XXI, el sueco Alexander Ekman, y se estrenó en 2022 en la Ópera de Gotemburgo —de hecho, es el cuerpo de ballet de esta institución quien la representa en escena—. Se trata de una reflexión sobre las relaciones humanas a partir de los conceptos de solidaridad y egoísmo: con un trasfondo que recuerda a las utopías del movimiento hippie de los años 60, y que llega a nuestro presente marcado por la hipervigilancia en la sociedad, la coreografía diseñada por Ekman presenta tensiones entre los solistas y el grupo, y genera un movimiento dinámico espectacular, con el apoyo de una música animada y un intenso movimiento escénico con un espectacular juego de luces. A continuación os damos más información sobre esta propuesta, y también podéis reservar vuestra entrada en este enlace.

La masa y el individuo: una parábola de nuestro tiempo

Hammer es un ballet moderno dividido en dos actos que cuenta una historia con una dramaturgia sencilla, pero con una forma simbólica muy bien definida. El título de la obra está justificado desde el principio: un bailarín vestido de beige se acerca a una caja que flota en el centro del escenario y extrae un objeto, un martillo que representa la herramienta —no necesariamente en un sentido literal— con la que se rompen las cosas. Porque esta obra trata sobre la destrucción del orden natural de las sociedades humanas: en el primer acto, los bailarines actúan en grupo porque pertenecen a una comunidad bien organizada y que colabora en la prosperidad colectiva —con una clara referencia al movimiento hippie de finales de los años 60—, pero poco a poco algunos bailarines empiezan a moverse de forma más individualista, ejercitando un pensamiento cargado de egoísmo.

Esta disolución de la fuerza de la comunidad se consolidará en el segundo acto: ahí los bailarines funcionan aislados, en burbujas, vigilados por infinidad de cámaras en una sociedad —la nuestra— que ha perdido los valores comunitarios y que se guía por el materialismo y el disfrute instantáneo sin esfuerzo. La única manera de resolver este malestar es volver al origen, y Hammer también romperá el círculo vicioso del egoísmo para volver a la fuerza de los lazos colectivos, expresados con una danza vibrante y bien coordinada.

Alexander Ekman, el coreógrafo del momento

Alexander Ekman creó Hammer en 2022 para el ballet de la Ópera de Gotemburgo, y a día de hoy es una de sus últimas creaciones dentro de una trayectoria triunfal en la que acumula más de 50 proyectos, muchos de ellos premiados con los máximos honores de la danza contemporánea. Ekman es un modernista del siglo XXI, un artista que tiene presente la historia de su disciplina, pero que busca con insistencia la creación de un nuevo repertorio que explique nuestro tiempo y que pueda seguir vigente en el futuro. Por eso, Ekman se inspira en nuevos lenguajes de la danza en un sentido muy amplio: la danza libre de las vanguardias de los años 50 y 60, los movimientos de baile de las músicas urbanas, y un sentido estético —luces, vestuario, despliegue de energía— parecido al de los espectáculos de música pop. Un artista de nuestro tiempo que nos habla, coordinando cuerpo y cerebro, con un lenguaje del presente.

Una propuesta visual fascinante y moderna

Hammer se despliega con una gran fuerza sensorial, y el mérito no es exclusivamente de Alexander Ekman —responsable de los movimientos escénicos—, sino de todo su equipo, ya que en esta obra también es muy importante el vestuario, la luz y la música. La banda sonora de Hammer está compuesta por Mikael Karlsson, un músico sueco que ha trabajado muy estrechamente con Ekman en sus últimos ballets, pero que también tiene un pie en la música popular —entre sus créditos de composición y arreglos hay colaboraciones con artistas como Alicia Keys o Lykke Li—. El vestuario es también esencial en esta obra, ya que da credibilidad a la dramaturgia: colorista, amplio, contemporáneo, diseñado por Henrik Vibskov. Y el otro atractivo estético será la luz: en Hammer no solo suena música a gran volumen, sino que la iluminación también tendrá ráfagas frenéticas, haces de gran intensidad e incluso fases de luz estroboscópica. En definitiva, un espectacular asalto a nuestra receptividad sensorial.

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