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Ballet per a adults

Ballet para adultos en Barcelona

¡Hacemos pliés y relevés!

Escrito por
Carlota Martí
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Risas, bromas o conversaciones entre pliés y relevés. Estamos en una clase de ballet para adultos y al poner un pie en ella se nos rompen todos los esquemas. No hay un silencio absoluto, no se respira tensión y no tenemos por profesora a una Rottenmeier sin tacto. Lorna Gil es la responsable del Estudio Lorna Gil (Sant Germà, 18) donde tienen entre ceja y ceja acercar el ballet a todos los públicos. "Es una disciplina muy precisa y tienes que estar 100% concentrado pero con tensión no se puede bailar. Quizás por la influencia de la televisión o del cine, tenemos una imagen del ballet... pero nosotros defendemos una danza no elitista, que no excluya. Dicen que la letra con sangre entra pero con alegría también, ¿verdad? Creo que las cosas graciosas también se nos quedan y que la carga emocional, durante las clases, no debe ser negativa", explica Gil.

Iniciación I, Iniciación II y III o avanzado. Tienen diferentes grupos de nivel y programan sesiones durante toda la semana. Dan clases de ballet para adultos donde se empieza desde cero y donde los alumnos son de todas las edades –¡palabra!–. "Muchos de entrada no lo creen, piensan que se encontrarán con gente que ya ha hecho ballet, con compañeros muy jóvenes... por eso, a veces, tengo que hacer fotos y vídeos para que puedan ver que sí son sesiones para adultos y que comenzamos desde el principio. Es iniciación, iniciación, no podría ser de otra manera. Es un proceso lento, hay que ir poco a poco y empezar desde cero, sino se irían corriendo", añade Gil. Así, tras vencer la vergüenza o las dudas, muchos se acercan a las clases con la idea de hacer realidad una ilusión que tenían de niños. Los grupos se dividen por niveles porque el objetivo es que los alumnos se quiten el gusanillo pero también que aprendan y que avancen y, al final de curso, suben al escenario y organizan un buen show.
© Carlota Martí

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Nos unimos a un grupo que apenas hace sólo un par de clases que camina. Primero, comenzamos junto a la barra para calentar el cuerpo y ganar estabilidad. Escuchamos a Lorna y observamos a los compañeros. En el minuto 1 ya estamos haciendo pliés con menos o más gracia y, tras un par de indicaciones, ya nos queda claro que el pie, cuando lo ponemos en el suelo, debe tener el peso allí donde Jesucristo tenía el clavo. Queda claro, ¿verdad? ¡Consejo made in Gil! Aprendemos a colocar bien los brazos, la espalda, los pies... la sensación es que si le damos continuidad a las clases acabaremos por tener un control y una conciencia corporal de escándalo. Estamos completamente concentrados en los movimientos que tenemos que hacer y nos olvidamos del mundo, nos es 100% útil para aislarnos del exterior. "Muchos me dicen que conectan con el cuerpo y que es muy curativo porque se concentran en sí mismos y dejan la mente en blanco". A este estado de tranquilidad, sumamos las bromas y los comentarios de Lorna, que nos hace avanzar por la clase sin tensión y con cariño haciéndolo todo más fácil. Para poneros en situación... tenemos una coordinación que da pena, tampoco somos hiperflexibles y nunca hemos hecho danza pero en ningún momento nos sentimos como bichos raros ni nos dan ganas de salir corriendo.
© Carlota Martí

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Antes de pasar al centro, toca trabajar la flexibilidad y que nos presenten una pelotita absolutamente mágica. Primero, intentamos tocarnos las manos con los pies y buscamos localizar las zonas de nuestro cuerpo donde hay más tensión. Una vez hecho, Lorna nos da una pelota azul que en pocos segundos nos descubrirá que es capaz de hacer maravillas. Nos la colocamos debajo del muslo y, después, del gemelo, y nos movemos adelante y atrás haciendo un masaje que los destensiona y nos permite llegar con mucha más facilidad a tocarnos los pies. "Automáticamente, la pregunta siempre es: ¿dónde puedo comprarme una?" Ríe Gil.
© Carlota Martí

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Ahora sí, suena la música, vamos al centro y nos separamos de la barra y es el momento de cerrar la clase con una coreografía. ¡El idioma cambia! Pasamos del francés de la barra al italiano, que no marca tanto el ejercicio sino el ritmo: toca bailar. "Para los que empiezan es un idioma completamente nuevo. Es importante que se aprendan los nombres de las posiciones porque entonces la memoria coreográfica va mucho más rápido y todo fluye mejor". De hecho, durante la clase, Lorna nos pone a prueba: antes de cada ejercicio pregunta para ver si alguien recuerda el nombre del próximo movimiento que toca.
© Carlota Martí

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Si tenéis dudas porque pensáis que no seréis lo suficientemente flexibles... nos dicen que cada cuerpo tiene sus ventajas. Si tenéis menos flexibilidad, seguramente tendréis más fuerza y, en los giros y los saltos, resistiréis mejor el viento que se genera al rotar. "Los adultos creen que son menos hábiles que los niños pero, en realidad, aprenden más rápidamente porque intelectualmente están mucho más desarrollados", explica Gil.

Con unas mallas, una camiseta cómoda y unos calcetines gruesos de algodón será suficiente para una primera clase que siempre es de prueba; una vez os decidáis por el ballet os podréis hacer con unas zapatillas que, a la hora de hacer giros, se convertirán en amigas imprescindibles. Las de punta... ¡os esperarán un poco más adelante!
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