Iniciación I, Iniciación II y III o avanzado. Tienen diferentes grupos de nivel y programan sesiones durante toda la semana. Dan clases de ballet para adultos donde se empieza desde cero y donde los alumnos son de todas las edades –¡palabra!–. "Muchos de entrada no lo creen, piensan que se encontrarán con gente que ya ha hecho ballet, con compañeros muy jóvenes... por eso, a veces, tengo que hacer fotos y vídeos para que puedan ver que sí son sesiones para adultos y que comenzamos desde el principio. Es iniciación, iniciación, no podría ser de otra manera. Es un proceso lento, hay que ir poco a poco y empezar desde cero, sino se irían corriendo", añade Gil. Así, tras vencer la vergüenza o las dudas, muchos se acercan a las clases con la idea de hacer realidad una ilusión que tenían de niños. Los grupos se dividen por niveles porque el objetivo es que los alumnos se quiten el gusanillo pero también que aprendan y que avancen y, al final de curso, suben al escenario y organizan un buen show.
Risas, bromas o conversaciones entre pliés y relevés. Estamos en una clase de ballet para adultos y al poner un pie en ella se nos rompen todos los esquemas. No hay un silencio absoluto, no se respira tensión y no tenemos por profesora a una Rottenmeier sin tacto. Lorna Gil es la responsable del Estudio Lorna Gil (Sant Germà, 18) donde tienen entre ceja y ceja acercar el ballet a todos los públicos. "Es una disciplina muy precisa y tienes que estar 100% concentrado pero con tensión no se puede bailar. Quizás por la influencia de la televisión o del cine, tenemos una imagen del ballet... pero nosotros defendemos una danza no elitista, que no excluya. Dicen que la letra con sangre entra pero con alegría también, ¿verdad? Creo que las cosas graciosas también se nos quedan y que la carga emocional, durante las clases, no debe ser negativa", explica Gil.