1. La cerveza es la reina
La cerveza es inevitable en Flandes. En cualquier espacio, público o privado, la cerveza acompaña la vida cotidiana. Esto no es por azar: la tradición cervecera de Flandes se remonta a la Edad Media, cuando empezó una elaboración incipiente que alcanzó la excelencia en la producción artesanal, y que ha llegado hasta hoy. En 2016 la UNESCO reconoció la cerveza belga en su conjunto como uno de los grandes patrimonios de la humanidad, y una vez allí, una actividad lógica es realizar la cata del mayor número posible de cervezas. Hay muchos tipos: negras y con toques de fruta, con historia o de nueva creación, industrial y artesanales. Algunas se han hecho en abadías o en granjas, a partir del trigo o la malta, y lógicamente de la cebada. En cualquier bar o restaurante encontraréis una carta extensa, basta con empezar e ir descubriendo sabores majestuosos. Y una recomendación: este 2024 reabrirán sus puertas algunos espacios cerveceros de importancia, y se celebra entre otros el Festival de Cerveza Tour de Geuze.