Flandes, un paraíso ‘foodie’: 7 motivos para planear una escapada

Una ruta por Bruselas, Brujas, Lovaina, Gante, Amberes y Malinas es una delicia gastronómica y, al mismo tiempo, una posibilidad de disfrutar de museos, arquitectura y rutas naturales
Brussel·les
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Time Out en colaboración con Turismo de Flandes
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Cuando se piensa en Bélgica como un destino gastronómico, inmediatamente se nos viene una palabra a la mente: cerveza. No hay ningún otro lugar en el mundo donde los verdaderos aficionados puedan encontrar una mayor cantidad, y una variedad más excelsa, de esta bebida milenaria. Pero una vez allí, y más particularmente en la región de Flandes, nos encontramos con una realidad mucho más estimulante, ya que la oferta que tenemos a nuestro alcance, sobre todo en cuanto a comida, es también muy sorprendente. Si sólo nos quedamos en la superficie, seguramente no pasaríamos de los platos nacionales belgas, las patatas fritas y los mejillones, y si así fuera tampoco pasaría nada, porque son platos espectaculares que van más allá de su aparente simplicidad. Pero hay mucho más: Flandes es un sitio perfecto para una escapada que integre una ruta cultural, naturaleza, deporte y, obviamente, también gastronomía.

A continuación os daremos pistas para visitar Flandes y compaginar una exploración 'foodie' con actividades como el ciclismo, los museos o, simplemente, pasear por ciudades tan agradables como Amberes, Brujas, Malinas, Lovaina, Gante y, lógicamente, la capital Bruselas. ¿Qué encontraremos? Productos de proximidad con mucha calidad, mar y campo, rutas naturales y arte europeo excelso. ¿Os apetece una escapada?

1. La cerveza es la reina

La cerveza es inevitable en Flandes. En cualquier espacio, público o privado, la cerveza acompaña la vida cotidiana. Esto no es por azar: la tradición cervecera de Flandes se remonta a la Edad Media, cuando empezó una elaboración incipiente que alcanzó la excelencia en la producción artesanal, y que ha llegado hasta hoy. En 2016 la UNESCO reconoció la cerveza belga en su conjunto como uno de los grandes patrimonios de la humanidad, y una vez allí, una actividad lógica es realizar la cata del mayor número posible de cervezas. Hay muchos tipos: negras y con toques de fruta, con historia o de nueva creación, industrial y artesanales. Algunas se han hecho en abadías o en granjas, a partir del trigo o la malta, y lógicamente de la cebada. En cualquier bar o restaurante encontraréis una carta extensa, basta con empezar e ir descubriendo sabores majestuosos. Y una recomendación: este 2024 reabrirán sus puertas algunos espacios cerveceros de importancia, y se celebra entre otros el Festival de Cerveza Tour de Geuze.

2. La cuna del chocolate

Lo mismo que decimos de la cerveza, también podemos decirlo del chocolate. Hay otros países que reclaman el liderazgo en la producción y excelencia en el chocolate, pero es en la región de Flandes donde podréis encontrar los espacios más importantes dedicados a este producto divino, desde las fábricas más grandes del mundo, Callebaut y Puratos, hasta tiendas donde comprarlo, o talleres o museos en los que probarlo y ver cómo se produce. Basta con decir que el praline se inventó en Bruselas, y además el chocolate es la puerta de entrada a un fabuloso mundo de delicias dulces. Las pastelerías de Flandes son espectaculares por fuera y por dentro nunca decepcionan. Aprovechad la búsqueda del chocolate –no hace falta esforzarse mucho, está en todas partes– para pasar después a otros postres básicos de la zona como los gofres, las galletas speculaas y una variedad inabarcable de pasteles.

3. Patatas y mejillones

Muchas veces, los mejillones y las patatas se comen juntos, y ésta es una de las grandes especializades de restaurantes que ofrecen propuestas renovadas o de autor. ¡No dejéis de probarlos! Además, son dos productos con una riqueza y una importancia social incomparables. Las patatas fritas son un producto básico con posibilidades infinitas, y son un básico cuando vamos por la calle y damos un paseo (buscad la palabra frietuur para saber dónde comprarlas). Las patatas en Flandes se hacen con mucha dedicación, y con todo tipo de salsas y acompañamientos. Como decíamos, los mejillones son los más habituales, pero también encontraréis otras delicias del mar como las gambas del Mar del Norte, con unas artes de pesca que son patrimonio de la UNESCO.

4. Platos consistentes

Tanto la cerveza como las patatas fritas son instituciones de la gastronomía de Flandes, algo que –y esto lo encontraréis durante el viaje, mientras estéis en la Grand Place de Bruselas o en el exterior de la estación de Amberes– está muy arraigado en la vida de la gente, que le da carácter y calidad. Y podemos decir lo mismo de otros platos, como los Vol-au-Vent, una especialidad que consiste en hojaldre con trozos de pollo, champiñones y albóndigas, todo con una salsa deliciosa. Pero existen otras especialidades de Flandes que necesitan expresamente una mesa y una buena compañía. Podríamos destacar el conejo con ciruelas, o el Stoverij, un estofado de ternera que consiste en carne bien hecha con una salsa contundente y, por qué no, patatas. Si deseáis más recomendaciones, probad las endibias envueltas en jamón dulce con salsa bechamel y los tomates crevette, rellenos de gambas grises.

5. Productos de kilómetro cero

La cocina de kilómetro cero, a partir de los productos singulares de la zona, resulta fundamental en la cultura de Flandes, que aspira a ser plenamente sostenible y responsable con el entorno natural. Así, encontraréis que la fruta es importante en la dieta flamenca: la manzana y la pera tienen mucha presencia en los mercados y en diferentes platos, como también son importante dos productos del campo que podréis encontrar con mucha asiduidad: la endibia o el espárrago, un producto central de la zona que forma parte de las más variadas cartas de los restaurantes. También podréis disfrutar de la mostaza y los quesos, con los que descubriréis que se puede hacer auténtica magia gastronómica, como la que practica el colectivo de embajadores GOESTING, los chefs más originales de la región.

6. ¿Cómo digerir todo esto? La ruta por las seis ciudades

Una ruta por Flandes de un fin de semana o de unos pocos días, ya sea en la época de verano o en cualquier otra fecha del año, implica muchas cosas, entre ellas visitar ciudades con patrimonio, cultura y entretenimientos muy variados como Bruselas –es un lugar de paso inevitable, y sobre todo es recomendable ir más allá de los habituales lugares turísticos como el Manneken Pis; por ejemplo, id al jardín botánico– o Lovaina, la ciudad joven y universitaria. Los museos de Flandes contienen muchas obras originales de los grandes Maestros Flamencos de los siglos XVI y XVII, y la arquitectura flamenca, tanto en las ciudades como en el exterior, donde existen muchos castillos bien conservados, es impresionante. No dejéis de visitar iglesias, como la catedral de Gante, que también contienen arte importante, ni ciudades con todo tipo de atractivos como Malinas y Amberes. Y, lógicamente, un lugar al que siempre se debe ir es Brujas, una ciudad histórica y todo un espectáculo visual con pocos rivales en este mundo.

7. La ruta natural

Si deseáis salir de los lugares más habituales, tenéis otras opciones. Las conexiones entre ciudades son también rutas naturales para caminar o ir en bicicleta –el territorio es muy llano, y por tanto apto para este deporte–, y también podéis hacer una escapada a localidades de costa como Ostende, donde no sólo encontraréis mar y buena gastronomía, sino también arte contemporáneo y unos paisajes que os darán ganas de volver a repetir en el futuro. Si decidís realizar algunos de estos trayectos en bicicleta, descubriréis un placer exquisito: ver el paisaje a un ritmo agradable y poder parar de vez en cuando a tomar una cerveza, tanto en las ciudades como en espacios naturales.

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