La plaza del Pedró es muy especial: allí se ha documentado uno de los menhires prerromanos de la llanura de Barcelona, siempre ha sido el cruce de vías importantes y allí tenia lugar el mercado predecesor del de San Antonio, además de la antigua fuente y el monumento a Santa Eulalia que se erigió en 1673.
En una esquina hay un bar que se llama Zelig. ¿Lo primero que os viene a la mente es la película de Woody Allen? Pues no: 'zelig', en holandés, significa 'cojonudo'. En el año 2004 Michell Koopman se enamoró tanto de la ciudad que decidió quedarse y abrir un local con todo lo que le gustaba: puedes hacer un menú a base de pasta de producción propia y casera -como los postre- por sólo 9 euros.
En la carta hay una buena muestra de especialidades holandesas, como la 'kwekkeboom kroket' (una croqueta gigante, 3 €), la 'frikandel' (salchicha, 2,50 €) o la 'bitterballen' (una croqueta de carne y bechamel, 4 €). De cócteles destaca el Zelig Horizontal, con vodka, zumo de arándanos, jengibre y azúcar (6,50 €). Hacen fiestas eurovisivas, celebran el Día de la Reina y del Rey vestidos de naranja –en homenaje al color de la casa real de los Países Bajos– y tienen exposiciones de fotografías (la actual es de Martin Kamen, un despliegue de retratos homoeróticos con influencia frutal y de Caravaggio).
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