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5 clásicos del verano

De la América rural a las costas mediterráneas, 5 libros para el mes de agosto

Escrito por
Time Out Barcelona Editors
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Luz de agosto

Luz de agosto

No es el libro que leeríamos comiendo higos mientras los segadores van atando las gavillas de trigo y el río baja con agua fresca. Faulkner es material duro. Siempre. Se suele decir que tenía dos grandes pasiones, el whisky y la Biblia, y que las combinaba con una profunda nostalgia de la América de ranchos y campos de algodón. En 'Luz de agosto' notaréis su llanto de predicador alcoholizado. Dos historias, a cual más truculenta, se entrelazan a lo largo del relato, al igual que en 'Palmeras salvajes'. La primera es la de Lena Grove, una chica deshonrada que acaba de parir a su hijo ilegítimo y busca con desesperación el hombre que la preñó. La otra, la de Joe Christmas, un negro que es ajusticiado por haber asesinado a una niña blanca. Ambas brutales, eso es indiscutible.

Marcovaldo

Marcovaldo

O 'Las estaciones en la ciudad', que es el subtítulo de esta serie de relatos de Italo Calvino, protagonizados todos por el mismo personaje, un 'flâneur' a medio camino entre el cliché existencialista y una versión italiana de monsieur Hulot que vive en el Turín de principios de los 60. Os los recomiendo todos, son pura maravilla. Pero lo que más cuadra en estas fechas son los episodios de verano piamontés, con sus moscas, excursiones en el extrarradio y un tedioso calor.

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Verano en English Creek

Verano en English Creek

En Montana, el verano se parece un poco más a lo que todos entendemos por un agosto ideal. Esquilan las ovejas, los hombres llevan sombreros de paja y las mujeres se ponen sus mejores galas para el baile del granero. Como mínimo, así era en 1939, un año antes de que comenzara la guerra y la armonía de las familias de la región se fuera a pique cuando sus hijos mayores se empezaron a alistar en el ejército. 'Verano en English Creek' es la novela con la que Ivan Doig comenzó la serie de los McCaskill, una saga que le consolidó como el gran narrador de la América rural.

Por el lado de Swann

Por el lado de Swann

Este sí es el libro que leeríamos comiendo higos bajo un emparrado mientras los campesinos hacen la cosecha, si es que todavía es posible hacer algo así en algún lugar de este planeta tan prosaico. Si es que todavía queda algún lugar como el Combray de Marcel Proust. Un lugar donde de día hay libélulas y ranas, y de noche luciérnagas, donde los niños desean a la duquesa de Guermantes, y donde Swann, el misterioso individuo de los botines y el bastón de puño de marfil sufre dolores de amor. Un lugar donde el tiempo parece suspendido, y donde un primer beso todavía sabe a primer beso. Es verano, tenéis horas muertas a mansalva. Ya es hora de que empecéis a leer 'En busca del tiempo perdido', no estáis de acuerdo? Va, ni que sea el primer volumen.

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Mi familia y otros animales

Mi familia y otros animales

Y como nos hemos puesto irrefrenablement proustianos, acabaremos la ruta en Corfú, Grecia, con Gerald Durrell y su familia de adorables ingleses adinerados, entre vitrinas de escarabajos, tortugas marinas y libros de cocina oriental, filosofía, botánica y excursiones en barco. Quiero pensar que, en un momento u otro, a todos os cayó en las manos 'Mi familia y otros animales', indispensable de la literatura juvenil, tanto como Verner o Rice Burroughs. Si no, nunca es tarde. Y os lo digo con todo el entusiasmo que mi humilde pluma es capaz de derramar en plena cruzada prevacacional, antes de que saque del fondo del armario mi añorado panamá.

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