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Gonçalo Tavares

La epopeya de Gonçalo Tavares

'Viaje a la India’ es una revisión de 'Os Lusíadas'

Escrito por
Time Out Barcelona Editors
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He oído disparates de muchas clases, pero la idea de transformar 'Os Lusíadas' de Camões en una epopeya contemporánea lo supera todo. Esto es lo que ha hecho Gonçalo Tavares, convertir el relato de las expediciones portuguesas en Oriente en una historia de desencanto y frustraciones, que se llama 'Un viaje a la India' y pasa en pleno siglo XXI. "Los clásicos son clásicos porque podemos utilizarlos con fines muy diferentes", sentencia. Las dos obras en paralelo: mismo número de cantos, misma estructura y misma intensidad. La diferencia es que en vez de las naves imperiales tripuladas por Vasco de Gama, lo que tenemos aquí es a un solo individuo, miserable e insustancial, muy de nuestro tiempo.

Fitzcarraldo lo debió tomar con esa valentía cuando decidió construir una ópera en plena selva amazónica haciendo que los indígenas subieran su barco a pulso por las montañas. ¿Por qué India? "Por el descubrimiento de la ruta marítima", responde. Su protagonista, que como buen Ulises actual se llama Bloom, se marcha, buscando una tregua entre tanta histeria urbana, para ponerse en manos de un maestro espiritual, que le limpie el alma y le muestre el camino hacia la paz. "No he estado nunca en la India, así que todo es una ficción -reconoce Tavares-. En cambio hace poco fui a México y me impresionó tanto que voy a dedicarle un libro de relatos".

Estos proyectos tan épicos siempre le han perdido, y lo reconoce. Ya apuntaba maneras cuando en 2002 publicó 'O senhor Valéry', el primer volumen de la serie 'O Bairro'. "Es mi gran utopía -suelta convencido Tavares-: un barrio donde viven 40 escritores reales, desde Paul Valéry hasta Bertolt Brecht. Tienen sus casas, hacen su vida y de vez en cuando se encuentran unos con otros paseando por la calle". Cada libro es un nombre, 'O senhor Eliot', 'O senhor Calvino' o 'O senhor Breton', y de momento lleva diez. "Me gusta que sea una ciudad en continuo proceso de construcción -sigue, como si fuera el joven Ascanio en la llanura del Lacio-. Y puede que me muera antes de terminarlo. Pero no me importa, es parte de la gracia".

En apariencia, Tavares no es un tipo de ambiciones desbocadas. Le gusta caminar por Lisboa, yendo de bar en bar, y cuando encuentra una mesa pertinente, un poco en la penumbra, se instala a  escribir. "Empecé a hacerlo cuando tenía 20 años, antes no publiqué nada -indica-. Kierkegaard ya dijo que quien tiene una buena vida tiene un buen escondite, y yo me lo tomaba al pie de la letra". Me lo imagino apretando las teclas en una Underwood con un cigarrillo entre los dientes mientras la tarde va cayendo sobre Belém. Soy consciente de que es un tópico manido, y que me lo estoy inventando. Quizás ni siquiera fuma. Pero la imagen me gusta. Para eso están los clásicos, para explotarlos 'ad nauseam'.

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