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©Shutterstock

Los espectadores maleducados

Escrito por
Andreu Gomila
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La escena es de este jueves por la noche, en el Teatre Grec, mientras Rocío Molina y Sílvia Pérez Cruz hacían su 'Grito pelao', pero podría referirme también a 'El poema de Guilgamesh, rei d'Uruk', la inauguración del Grec 2018. lo que pasa en el escenario es muy bonito, gracias a lo que hacen las dos artistas y el 'mapping' que lo tiñe todo de rayos, dibuja fachadas antiguas, burbujas de colores... y pasa lo que hemos visto pocas veces: salta un flash en la platea. Pensamos: un despistado, que no ha escuchado que no se pueden hacer fotos ni que se deben apagar los móviles. Al cabo de cinco minutos, nuevo disparo. Y así hasta terminar la función. Un flash tras otro.

Más discretos, en la fila de enfrente, una chica no para de hacer fotos (sin flash) durante toda la función. Por un momento, pienso que Molina, así como es, saltará a la platea y cogerá por el cuello a los fotógrafos amateurs y los echará a la calle, así como hace unos años hizo el actor alemán Lars Eidinger en Aviñón mientras representaba el 'Ricardo III 'de Thomas Ostermeier. O como cuando Benedict Cumberbatch, en la piel de Hamlet en el Barbican londinense, hizo parar la función, aturdido ante tanta foto. Pero no, Molina y Pérez Cruz continuaron a lo suyo.

Y yo me pregunto: ¿para qué diablos las quieren, las fotos? ¿A quien se las deben enviar? ¿Les da igual molestar al 95% de los espectadores que no hacen fotos? Ellos, los espectadores maleducados, ¿no ven que su acción estorba de manera enorme a los intérpretes que están en escena? Creo que esto también les importa un comino.

(Un amigo me dice que pasa todo esto porque los espectadores se aburren. Es posible. No lo sé).

Y me vuelvo a preguntar: ¿por qué los acomodadores del Teatre Grec no echan a los disparadores de flashes? Ayer, unas filas delante de mí, había un hombre que iba borracho. Durante la función y ante la queja de una espectadora, los acomodadores le hicieron una visita hasta cuatro veces. A los flashistas, fotógrafos del mal, ni pío. Y no hablemos de los espectadores que se levantan de la silla y salen del teatro y vuelven a entrar, tal vez porque tienen pipí o porque quieren estirar las piernas. ¡Si te levantas es para irte y no volver!

Ya nos estamos acostumbrando a que suenen móviles (ayer oímos unos cuantos), a que la gente charle durante toda la función, a que se abran caramelos ruidosos justo en el clímax de la función... Pero eso de las fotos ya es demasiado.

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