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¡Viva el bikini de la Viader!

Escrito por
Òscar Broc
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Pan de masa madre sacado de un horno 'druídico'. Jamón de lechón ecológico, madurado al viento del Kilimanjaro profundo. Mozzarella de búfala bicéfala con un chorrito de aceite con sabor de espinazo de unicornio neozelan... ¡Basta! Cuando noto que la fiebre 'foodie' me está convirtiendo en un cretino, intento volver a la Tierra con reliquias como los dos triángulos de felicidad que en la veteranísima Granja Viader (Xuclà, 6) llaman bikini. Un bikini que, efectivamente, es un bikini. Nada más. Tres sílabas: Bi-ki-ni. Y qué pedazo de bikini.

Cada vez que engullo uno de estos artefactos, rodeado de guiris con los morros empapados de chocolate y azúcar, experimento una regresión vertiginosa a la infancia. Es el bikini que nos comíamos en los 80 en la granja del barrio. Un bikini que no necesita giros argumentales 'modernillos' para hacerte sentir más 'cool' y se ha mantenido intacto en el saco amniótico de la Viader desde tiempos inmemoriales, como el mobiliario o el mostrador de los embutidos. Olvidaos de bikinis 'healthy' y bocadillos de autor: esto el Santo Grial del bikini made in Catalonia, 'modafockas'!

Pan de molde impecable: fino y crujiente; sabiamente tostado; sin chamuscar. El tamaño de las rebanadas es perfecto. La carcasa está preparada para soportar la mordida y dejar un seísmo crujiente antes de que llegue al embutido y el queso. Un queso de la casa, sin estridencias, untuoso, en la cantidad justa para no empalagar, perfectamente fundido y adherido al jamón. Y aquí no hay lugar para rectángulos de carne procesada que parecen biopsias de la Pantera Rosa. El jamón es cojonudo, de un rosa natural que transmite plena confianza; las láminas son imperfectas, pero nunca se pasan de gruesas, como manda los cánones.

Ninguno ingrediente destaca por encima de los otros, el bikini de la Viader es una sinfonía equilibrada, el Barça de Guardiola: juego de equipo al más alto nivel y a la catalana. Porque este santo bikini es mucho más que un bocadillo de guerrilla, son dos triángulos de recuerdos comestibles de una Barcelona fantasma que ya solo palpita en objetos de poder como este bocadillo y trincheras como esta granja. ¡Viva el bikini de la Viader! Visca Barcelona!

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