En esta coreografía, Jesús Rubio Gamo utiliza los cuerpos de los intérpretes como instrumentos para crear una ilusión hipnótica de movimiento continuo. La pieza busca la grandeza en las cosas más pequeñas y nos muestra cómo, a través de un acto sencillo como bailar, hay una complejidad que nos lleva a la sofisticación.
Tres cantaoras y palmeras acompañan en escena los bailarines y bailarinas, en un primer momento, únicamente con palmas y jaleos; después, con canciones populares versionadas.