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Old Fashioned
©Irene FernándezOld Fashioned

Aprendiendo de los guiris en Barcelona

Los millones de turistas que visitan Barcelona hacen cosas 'típicas' que a nosotros también nos encantaría hacer... si lo probáramos

Escrito por
Òscar Broc
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Odiar al guiri es demasiado fácil, especialmente si vives en Ciutat Vella y tienes que sufrirlo como una de estas picaduras de mosquito tigre que pican una barbaridad y nunca se van por mucho que te rasques. Lo realmente difícil es comprender al guiri, aceptarlo como un ser vivo con sentimientos que de vez en cuando hace algunas cosas bien. Porque no todas las actividades turísticas que se llevan a cabo en Barcelona son atentados contra la dignidad. De acuerdo, me he tenido que exprimir el cerebro con una trituradora industrial, pero he conseguido encontrar propuestas y locales de los cuales también disfrutaríamos los barceloneses si perdiéramos el miedo (y la tirria) a la sandalia con calcetines.

Comer y beber (con un paladar nuevo)

Comer y beber (con un paladar nuevo)

Lo primero que me he preguntado es un imposible: ¿puede, un barcelonés, hartarse de sangría sin sentirse como un hooligan del Liverpool en Platja d’Aro? Barcelona es la ciudad de la sangría premium, y hay locales que hacen auténticos milagros con esta receta tan menospreciada por la fauna local. En el restaurante Cachitos (Rbla. de Catalunya, 33) tienen variedades para todos los gustos, en la coctelería Old Fashioned (Santa Teresa, 1) hacen la mejor sangría de Gràcia y la del Bar Mut (Pau Claris, 192) parece preparada en una dimensión paralela donde la plaga turista solo bebe ambrosía.

También podréis hacer el guiri con estilo si apostáis por el brunch del restaurante Milk (Gignàs, 21): la colonia americana de Barcelona va en masa, solo habla catalán la máquina de tabaco, pero son los pioneros y los mejores en esto de los huevos Benedict y los pancakes. Los restaurantes Sensi Bistro Tapas (Regomir, 24) que están en el Gòtic –hace poco han abierto el tercero– se han convertidos también en una rara avis: el 99% de la clientela es foránea, pero sus tapas están hechas para paladares entrenados. Tan bueno como el Gallito (Mare Nostrum, 19-21), el chiringuito cool que hay en el hotel W, a pie de playa. Cócteles cojonudos y cocina fresca de calidad. Más o menos la misma fórmula que uno de mis locales guiris favoritos de la costa: The Coconut Club (Marina, 19-21). Al principio parece un tugurio, pero la cocina es deliciosa, los cócteles de nivel top y el rebaño masculino y femenino está siempre a punto de caramelo.
¿Tenéis un corazón por ahí dentro? ¿Sois unos clásicos? Pues también podéis tener una cita romántica con un final feliz garantizado en medio de la jungla guiri. A pesar de sufrir los latigazos más bestias de la costra turística, la plaza de Sant Felip Neri sigue teniendo magia, sigue forjando más parejas que las canciones de Pablo Alborán. Es un rincón infalible para ablandar a vuestro objetivo. Si os sobra la pasta, una cena en el restaurante del Hotel Neri, con vista a la plaza, sería lo más cercano a la perfección. Ideal para regalar anillos de compromiso.

Turista en tu ciudad

Turista en tu ciudad

No todo es comida, bebida y mamoneo en la vida de un turista en Barcelona. Parece que esta gente hace actividades y, abrochaos el cinturón, algunas de estas actividades pueden resultar de lo más enriquecedores para los nativos. ¿Cuántos barceloneses han visto su ciudad desde el cielo? No hablo de miradores, ni de subir a la montaña: hablo de helicópteros y de ver Barcelona pasando miedo. En www.barcelonahelicopters.com y www.cathelicopter.com encontraréis todo tipo de opciones para alzar el vuelo: ¿de verdad permitiréis que los guiris disfruten de unas vistas como estas antes que vosotros?
¿Y qué me decís de un paseo en barco? Parece que los turistas tienen que venir a Barcelona para recordarnos que tenemos una costa maravillosa y embarcaciones idílicas que nos permiten recorrerla. Si para disfrutar de una visita de la ciudad desde el mar tenéis que hacer de turista en vuestra ciudad aunque sea una vez al año, bienvenida sea la penitencia: los catamaranes ecológicos de www.barcelonanavaltours.com, por ejemplo, os harán el aprieto mucho más digerible.
Si sois como los gremlins y no os gusta el agua, podréis vivir vuestra propia novela de Dan Brown con una visita nocturna para turistas que tiene una pinta demencial. Una ruta por las áreas más secretas de la basílica de Santa Maria del Pi en compañía de un guía cualificado de historias misteriosas, y una ascensión al campanario para disfrutar de una panorámica del Barrio Gòtic que seguro que desencaja más de una mandíbula. Tenéis más información en www.adsentiabarcelona.com.

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Fin de la visita
© Maria Dias

Fin de la visita

Los museos. Los turistas van a museos. Es un hecho comprobable. La proporción de visitantes sería de un catalán por dos millones de guiris. El Museo Picasso lo descartamos, tendréis que hacer más cola que en el cásting de 'Juego de Tronos' y seguro que fuisteis con el colegio. Pero el Macba no tiene perdón de Dios: debería daros vergüenza confundirlo con una pista de skate. Si los visitantes van, y os consideráis buenos barceloneses, ya sabéis lo que toca.
Hay barceloneses que no somos conscientes de los museos que tenemos, ni tampoco de los espacios verdes. Cuanto más alejados del centro, más ignotos nos resultan. Seguid a los guiris cuando suban a Montjuïc, perdeos por allí y descubriréis un planeta vegetal que os hará olvidar un poco la polución y el olor a sobaco rancio del metro. Los Jardines de Joan Brossa, por ejemplo, son uno de los objetivos turísticos más jodidamente preciosos que tenemos: ¡no dejéis que los monopolicen las sandalias!     
Mejor dicho, hacer el guiri en Barcelona no es tan malo. Incluso podría hablar de las cosas de guiris que todos decimos que nos dan rabia pero que en el fondo nos gustaría probar. Eso de conducir motos eléctricas con los colegas por el paseo Marítimo de la Barceloneta tiene que ser divertido. ¿Por qué me miráis con esta cara? Venga, no me digáis que nunca habéis tenido la fantasía de ir por la calle con un Segway a toda leche con dos birras de más... Ok, ok, no he dicho nada.

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