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Ca l'Ordal
Maria Dias

La despensa de Barcelona

Para salir a pie de Barcelona por el Llobregat

Escrito por
Time Out Barcelona Editors
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Esta vez se trata de salir a pie de Barcelona por el Llobregat. Los límites de las grandes ciudades suelen ser sitios mal cosidos, llenos de sorpresas y nada acostumbrados a recibir visitas: son perfectos para hacer el chandalero. Bajad en la parada de metro de Sant Ildefons. Delante encontraréis el mercado: una confusión de puestos animadísimos, que da gozo ver y chafardear, por grande, barato y animado. Si os sumergís en este barrio obrero de árboles floridos y acabáis cruzando Cornellà, si vuestro olfato 'chandalero' es un poco zahorí, quizá descubrís una de las piscinas municipales más bonitas de Cataluña: la del Parc Esportiu del Llobregat, del arquitecto Álvaro Siza. Su techo es una gran vuelta con orificios redondos que tamizan la luz como en un hammam. Bañarse es un lujo al alcance de todos.

Si en vez de ir hacia abajo, el olfato os lleva hacia arriba, no será extraño que os acabéis encontrando con un microcosmos genuino formado por cuatro calles (Sevilla, Granada, Murcia y Jaén) de casa bajas deterioradas, medio dejadas de la mano de Dios, cerca de un polígono industrial. Se respira un aire de otra época, de puertas abiertas y vida pobre en comunidad, de sardinada y de improvisado taller mecánico. Es uno de esos tesoros 'chandaleros' que se descubren porque sí. Al otro lado de las vías, Sant Joan Despí, con sus torres bonitas, es otra historia: un aperitivo de los huertos que nutren los estómagos de los barceloneses a solo un par de rotondas y un salto de margen.

El Llobregat es la gran despensa de la capital: una enorme extensión de parcelas de todo tipo de fruta y verdura que cultivan jubilados armados con azada y dedicación exclusiva. También podréis encontrar exóticos viveros de palmeras y pastores de ovejas. Si seguís la ruta bien indicada del Camí dels Horts, podréis pasear a placer, con el río que baja caudaloso y limpio, ciclistas, cisnes y alcachofales. Arriba -muy arriba- está el puente de Molins de Rei; abajo, el de Sant Boi: escoged.

Entre Sant Boi y Santa Coloma de Cervelló -en línea recta con el intrépido experimento arquitectónico de los 70 Walden 7- está la Colonia Güell, un lugar especialísimo que no se reduce a la espectacular cripta de Gaudí. La huella modernista está patente en las muchas casas de los obreros del textil de principios del siglo pasado -del estilo de la escuela de monjas de las Teresas de Sarrià- que actualizaban el uso del ladrillo para conseguir resultados sensacionales como en Ca l'Ordal o Ca l'Espinal. Si después de tanto ir arriba y abajo os suenan las tripas, podéis comer en el restaurante Can Serra, que lo vale.

La vuelta a la ciudad os será fácil: hay una estación de los Ferrocarrils de Catalunya muy cerca y que os dejará en la plaza España en veinte minutos.

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