5 propuestas gastronómicas y de enoturismo top en las comarcas de Barcelona, sin ir más lejos

Entre viñedos, olivos y mar, descubrid la riqueza gastronómica y cultural del territorio. Os presentamos planes donde podréis saborear la Barcelona más auténtica sin hacer muchas horas de viaje
Foto: Xavier Torres-Bacchetta I Diputació de Barcelona
Xavier Torres-Bacchetta I Diputació de Barcelona
Time Out en colaboración con Diputació de Barcelona
Publicidad

Muy cerca de Barcelona, encontramos tierras muy ricas que vale la pena descubrir y que podéis conocer a través de su gente, su gastronomía y sus tradiciones. En las comarcas barcelonesas, justo al lado de la ciudad, os esperan experiencias enogastronómicas y de turismo de proximidad que no os dejarán indiferentes, que respetan el ritmo de la naturaleza y que convierten los pequeños placeres en momentos auténticos que os llegarán al corazón.

Sin grandes desplazamientos, pero con una gran capacidad de sorpresa, estas tierras os abren las puertas a una cocina que oscila entre la tradición más arraigada y la creatividad de los chefs más innovadores, y a un enoturismo de calidad, enraizado en viñedos, bodegas y paisajes de postal.

Este año, Cataluña ha sido reconocida como Región Mundial de la Gastronomía, una distinción que pone en valor no solo la calidad de su cocina y sus vinos, sino también su compromiso con un modelo alimentario sostenible, local y lleno de significado cultural. Y la provincia de Barcelona es una de sus grandes protagonistas, donde la gastronomía se vive a pie de calle, en los mercados, en las bodegas, en las cocinas, pero también en el campo, en el mar y entre olivos centenarios. ¿Queréis descubrir cómo? Apuntaos a las actividades recomendadas en la web de Barcelona es mucho más.

De todas formas, os seleccionamos cinco experiencias imprescindibles para saborear este patrimonio con todos los sentidos. Os invitamos a recorrer las rutas del vino, a descubrir el legado vitivinícola de las tinas de piedra seca, a conocer cómo se producen algunos de los mejores alimentos locales, a vivir el ambiente único de las lonjas de pescado y a adentraros en el mundo del aceite a través del oleoturismo. Todo ello, sin ir más lejos.

1. De vino en vino por Barcelona y sus comarcas

Barcelona es tierra de vinos. Y no hace falta ir muy lejos para comprobarlo. A pocos kilómetros de la ciudad, se extienden tres denominaciones de origen con personalidad propia que os abren las puertas a un mundo de bodegas, viñedos, catas y experiencias que maridan con naturaleza, historia y buena vida. Rutas para hacer a pie, en bicicleta o incluso en barco, siempre con una copa cerca y el paisaje de fondo.

DO Penedès: la gran clásica
Más de 24.000 hectáreas de viñedo, más de 75 bodegas y dos capitales del vino y el cava: Vilafranca del Penedès y Sant Sadurní d’Anoia. Esta es la carta de presentación de una de las rutas vinícolas más completas y reconocidas del país. Visitas entre cepas, catas bajo las estrellas, pícnics a la sombra de viñas ecológicas, propuestas enoturísticas en bici, 4x4 o autocaravana... y una agenda llena de actividades todo el año, como la imprescindible Fiesta de la Filoxera. Seguro que no os aburrís.

DO Pla de Bages: piedras, silencio y vinos con carácter
Más al norte, entre bosques y montañas, la DO Pla de Bages esconde un paisaje singular y un patrimonio único: las tinas de piedra seca, testimonio mudo de una tradición vinícola que se remonta siglos atrás. Aquí encontraréis bodegas familiares, alojamientos rurales encantadores, caballos, bicicletas y mucha calma. Todo con Montserrat en el horizonte y el sello del Geoparque Mundial de la UNESCO. Apuntad dos fechas: la Fiesta del Vino (junio) y la Vendimia (octubre).

DO Alella: mar, modernismo y vinos delicados
A solo 15 minutos de Barcelona, la DO Alella combina viña y Mediterráneo, arquitectura modernista y naturaleza protegida. Es pequeña, sí, pero intensa: bodegas familiares, vinos cuidados al detalle, restos romanos, conciertos entre viñas, mercados de proximidad e incluso propuestas para llegar en bicicleta eléctrica o navegando. ¿Os vuelve locos la pansa blanca? En Alella, es la reina absoluta.

Ah, y si queréis aprender sobre vinos y cavas, no os perdáis el VINSEUM (Museo de las Culturas del Vino de Cataluña) y el Cava Centre (Centro de Interpretación del Cava). Y si la Ruta Miravinya permite conocer en coche gran parte de su geografía, en Penedès 360 encontraréis itinerarios enoturísticos para descubrir sus paisajes de postal a pie, en bicicleta de paseo o BTT.

2. Tecnología centenaria: tinas de piedra seca

¿Sabéis qué son las tinas de piedra seca? Son construcciones hechas con piedra, tierra y mucha maña, situadas justo al lado de las viñas, que servían para fermentar la uva y comenzar el proceso del vino directamente allí, en plena naturaleza. Así, los antiguos viticultores se ahorraban el coste del transporte hasta el pueblo.

Las tinas de piedra seca del Bages empezaron a construirse en el siglo XVIII y son un patrimonio rural insólito, auténtico y único en Europa. Hoy, más de un centenar de estas joyas arquitectónicas descansan entre bosques y márgenes, perfectamente integradas en el entorno y llenas de historia que contar.

El valle del Flequer es el mejor escenario para descubrirlas. Un itinerario circular con inicio en el Pont de Vilomara os permitirá recorrer la ruta a pie entre silencio, naturaleza y pequeñas maravillas de la arquitectura popular: las tinas del Bleda, del Tosques o de la Escudelleta —esta última, con doce tinas y una antigua prensa de piedra que aún se conserva— son paradas obligatorias. Y si os pilla la puesta de sol en mitad del camino, mejor aún: la luz dorada entre viñas y piedra forma parte de la experiencia.

Pero no todo es piedra: aquí el vino todavía late. La DO Pla de Bages, con Montserrat al fondo, sigue elaborando vinos con gran carácter. El picapoll, variedad blanca autóctona y exclusiva de la comarca, es la estrella, pero las bodegas locales también están recuperando uvas históricas como el sumoll, el mandó o el picapoll negro.

Las tinas son memoria viva de un tiempo en que la viña lo era todo, especialmente entre 1860 y 1890, cuando la filoxera arrasaba Europa y el Bages vivía una efervescencia vinícola sin precedentes. Visitarlas es un viaje al pasado con todos los sentidos, entre naturaleza, historia y copa en mano.

3. ¡Manos a la masa con los productos locales!

Hay muchas maneras de saborear un territorio, pero pocas tan auténticas como descubrir de dónde vienen sus sabores. A las puertas de Barcelona, os esperan pequeños productores que abren sus puertas para que podáis ver, oler, tocar y probar lo que hay detrás de un buen queso, una mermelada artesana o una cerveza de montaña. Aquí tenéis siete experiencias gastronómicas de proximidad que os harán amar aún más cada bocado y cada trago:

Can Marpons (Arenys de Munt): Fresas con nombre propio. Esta finca familiar del Maresme cultiva fresas desde hace más de 50 años. En primavera, podéis pasear por los campos, recogerlas con vuestras manos y saborearlas recién cogidas. Naturalmente irresistibles.

Can Xicoy (Arenys de Munt): Quesos con personalidad y cabras a las que conoceréis por su nombre. Esta explotación familiar produce queso artesanal con leche cruda de su propio rebaño. Podréis visitar la granja, ver el proceso y hacer una cata bien cercana.

Moió Melmelades (Font-rubí): Fruta, azúcar, tarro y pasión. Este pequeño obrador ecológico transforma fruta de temporada en mermeladas sorprendentes. Durante la visita descubriréis cómo se hace todo a mano, con calma y buen gusto. Y sí, ¡se catan!

Espai Xocolata Simón Coll (Sant Sadurní d’Anoia): Una experiencia de chocolate del haba a la tableta. Con audiovisuales, demostraciones en vivo y cata final, este espacio os sumerge en el dulce universo de una marca centenaria. Ideal para golosos con curiosidad.

Mas Buret (Santa Margarida de Montbui): Adentraos en el mundo de las abejas con esta empresa apícola familiar. La visita incluye observación de colmenas y cata de distintas mieles. Un baño de naturaleza y dulzura directa de la fuente.

Xerigots (Vilafranca del Penedès): Quesos artesanos madurados en antiguas cubas de vino. Xerigots ofrece catas, maridajes y cenas entre paredes llenas de aromas. Ideal para quienes entienden el queso como una cultura, no solo como un alimento.

Cal Serrats (Argençola): Pastorear ovejas por la mañana y saborear cordero ecológico al mediodía. En Cal Serrats podéis vivir la experiencia de hacer de pastor, pisar naturaleza y entender cómo se produce carne con conciencia. Una jornada distinta, con mucho sentido.

4. Rumbo a las lonjas de pescado

Disfrutad del sol, la playa y la cocina más auténtica. Muy cerca de Barcelona, el Mediterráneo se despliega con una generosidad que hace que cada día tenga un sabor y un color distintos. La costa que rodea la capital y se extiende por las comarcas barcelonesas es un mosaico de playas para todos los gustos. Hay calas solitarias donde dejarse hipnotizar por el sonido de las olas, playas urbanas con todos los servicios, como las de la Barceloneta —siempre animadas, siempre listas—, y extensas franjas de arena como las de Castelldefels o el Maresme, perfectas para hacer deporte, leer bajo la sombrilla o ver cómo se apaga el día con un vermut a pie de mar.

Pero si lo que buscáis es combinar baño, paisaje y gastronomía auténtica, prestad atención a un ritual que aún conserva todo su encanto: la llegada del pescado al puerto. Tanto en Arenys de Mar como en Vilanova i la Geltrú, las lonjas abren cada tarde para que podáis ver en directo cómo llegan las barcas y cómo empieza la subasta. Es un momento casi teatral, donde el mar se convierte en espectáculo. De hecho, la lonja de Vilanova es una de las más dinámicas del país, con una actividad pesquera que sigue siendo motor económico e identitario. Podéis asistir como público, ver las capturas del día y entender qué significa realmente “cocina de kilómetro cero”.

Y ya que estáis allí, dejaos tentar por la arena: Vilanova i la Geltrú también es para extender la toalla. Desde la playa del Far, con su faro de postal y un ambiente tranquilo, hasta la playa de la República, pequeña y discreta, ideal para un rato de calma. Este es el lujo de la Costa Barcelona: poder darse un baño cerca de casa, ver llegar el pescado, y acabar el día saboreándolo en el plato.

5. Haz oleoturismo para degustar elixires mediterráneos

¿Hueles todos los aceites antes de echarlos porque los amas demasiado? Descubre cómo reconocer su nivel de calidad, qué notas tiene, cómo maridarlo y todo el proceso que atraviesa el producto hasta acabar en una botella. ¿Cómo? Paseando entre olivos centenarios, respirando el aire limpio de una mañana de otoño y escuchando historias de generaciones que han convertido el aceite en patrimonio cultural.

Desde el Bages hasta el Baix Llobregat, de la mano de pequeños productores y masías con encanto, descubriréis variedades autóctonas como la becaruda, el aceite vera o el aceite de Olesa, cada uno con su perfil de sabor y personalidad. En lugares como Can Morral del Molí, en el Vallès Occidental, podréis hacer catas guiadas de aceite ecológico en una finca rodeada de olivos con nombre propio. En Olesa de Montserrat, la visita al molino municipal os permitirá ver cómo se prensa un aceite suave y dulce, ideal para realzar el sabor de los alimentos con discreta elegancia.

Más al norte, el Vallès Oriental esconde pequeños tesoros como la Masía Can Viver, donde el aceite de oliva se entiende como una forma de vivir. Aquí, entre aromas de menta y hoja verde, descubriréis qué hace único a este aceite y podréis relajaros rodeados de naturaleza. Y si buscáis una experiencia más completa, en el Bages encontraréis propuestas como las de Oller del Mas, que combinan catas de vinos y aceites con rutas entre barracas de piedra seca y viñedos antiguos. O incluso, podéis dormir rodeados de olivos en una experiencia de glamping en Celler Migjorn.

¿Preparados para esta experiencia terrenal? Apuntaos a todas estas propuestas. Solo tenéis que entrar en la web.

Recomendado
    También te gustará
    También te gustará
    Publicidad