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  1. Calle del Call

    Calle del Call

    Para consolidar una nueva construcción, a la hora de poner la primera piedra era muy importante hacer algún sacrificio: lo más habitual era emparedar un ser humano, aunque matarlo y mezclar su sangre con el mortero también se llevaba mucho. Como en la Europa nórdica se creía que dentro de las piedras residían elfos, aquí se consideraba que las piedras eran casas de deidades subterráneas. En 1614, en los cimientos de un edificio en ruinas en la calle del Call se encontraron cientos de cuerpos humanos entre la tierra y el lodo. Seguimos igual: día sí, día también, emergen esqueletos corruptos en ambos lados de Sant Jaume.

     

     

     

  2. Joaquín Costa

    Joaquín Costa

    La historia de Enriqueta Martí, conocida como la Vampira del Raval, es de las más truculentas que ha vivido la ciudad. Era una mujer que iba con un saco por las calles de Barcelona raptando niños desnutridos, como si fuera el hombre del saco. A los más afortunados, si se puede llamarlos así, los llevaba a satisfacer las escabrosas parafilias de los hijos de la alta burguesía barcelonesa. A los otros, los sacrificaba en grandes marmitas en su piso de la calle Joaquín Costa para crear brebajes curativos, que vendía a precio de oro a los señores adinerados como tratamiento para la vida eterna. Hablando claro: era una bruja (pero en la piel de Mercè Martínez y convertida en musical, Enriqueta nos llegó al corazón). Fue detenida y, finalmente, ejecutada el 12 de mayo de 1913. En sus propiedades se encontraron restos de docenas de niños. Calaveras, huesos y trapos llenos de sangre, todo escondido en cubos, bolsas, y pudriéndose entre las paredes y techos. Dantesco. Si queréis más información, Marc Pastor escribió un libro brutal, 'La mala dona'. Muy recomendable.

     

     

     

  3. Museu Picasso

    Museu Picasso

    De día, centro de ocasiones gasificado para turistas en época de celo. Por la noche, casa encantada. Era la antigua residencia de los condes de Montcada, un linaje de nobles respetables con escudo de armas y algún episodio oscuro, que incluye mazmorras, curas satánicos y vírgenes en edad casadera, con la piel blanca como la cera. ¿Creíais que estos dramas familiares solo se daban en los castillos imponentes del Norte de Escocia? No señor, aquí también tenemos nuestros fantasmas medievales, y uno de ellos es el de Guillem Ramon de Montcada, que fue secuestrado después de contraer matrimonio con Guilleuma de Castellvell por un obispo, que lo encadenó en una bodega, a ver si se podía llevar un buen pellizco con el rescate. El fantasma de Guillem todavía ronda por las noches, montado sobre la silla de un esqueleto ecuestre, por los terrados del Museu Picasso. Y reclama venganza.

     

     

  4. Santa Caterina

    Santa Caterina

    En la Barcelona de 1800, los devotos de la santería y la magia negra sabían dónde tenían que peregrinar para hacer brebajes con patas de animales, anunciar hechizos, jugar con gatos negros y conectar con Satanás: el convento de Santa Caterina de los dominicos, la orden al frente del Santo Tribunal de la Inquisición. Nos imaginamos el templo gótico al filo de la media noche, nada que ver con el espectáculo colorido de Miralles-Tagliabue. El oficial, de negro riguroso, iniciaba el rito girando el misal; no se molestaba en invocar al diablo, lo tenía a su derecha haciendo de monaguillo; los fieles tomaban la comunión y se pasaban una calavera de donde bebían los líquidos satánicos.

     

     

     

     

     

  5. Fossar de les Moreres

    Fossar de les Moreres

    La historia está escrita y sabemos qué se esconde bajo la plaza adoquinada del Fossar. Durante siglos funcionó como fosa común de la Ribera –aquí reposaban las almas de los vecinos del barrio hasta que se construyó el cementerio de Poblenou– y a partir de 1714 encontraron reposo los mártires de la patria, aquellos por quienes quema el fuego eterno. Reservado el derecho de admisión: "en el Fossar de les Moreres no se entierra a ningún traidor", solo héroes, hombres valientes, los fantasmas de los cuales cada Once de Septiembre suben a la superficie y ondean la señera...

     

  6. Catedral de Barcelona

    Catedral de Barcelona

    La catedral de Barcelona nos pone los pelos de punta. Primero, porque pasa cerca de la bajada consagrada a Santa Eulàlia, donde dicen que hicieron rodar a la pobre mártir dentro de una bota de vino llena de cristales rotos. Ya le habían cortado los pechos, arrancado los dientes y la piel a tiras, a parte ya le habían quemado algunas partes del cuerpo. Vamos, que no se cortaron ni un pelo. Suerte que los mártires cristianos son del perdón divino, que si se nos fuera apareciendo así, hecha un cristo, por las noches, en el Gòtic no habría ni un guiri. Pero aquí no acaba la cosa. La catedral no se levantó sobre un cementerio indio, pero casi. Perdidas bajo los cimientos todavía deben quedar las cenizas marchitas de un rey visigodo que fue quemado sin compasión por sus súbditos. Éste, dicen, sí que tiene mala leche.

     

     

  7. La Boqueria

    La Boqueria

    El macho cabrío, ya se sabe, es la representación terrenal más recurrente del Diablo. El origen etimológico del Pla de la Boqueria es incierto, pero una posibilidad es que hiciera referencia a las 'bocaterias', mesas de venta de carne de cabrito y de animales que habían sufrido malas muertes. Y el pobre cabrito tenía mala fama, sobre todo porque era la carne favorita de la comunidad hebrea. El 5 de agosto de 1391, durante la masacre de la judería, en este barrio se asesinaron a 300 judíos. Y dicen que con las piedras de sus casas, incluso con sus huesos, levantaron la segunda muralla de Barcelona, que pasaba por este lugar. Hoy, las bocaterías del centro siguen teniendo mala fama, pero sirven bocadillos.

     

     

     

  8. Calle de la Flor del Lliri

    Calle de la Flor del Lliri

    Esta es, de todas las historias siniestras del día, la que más se parece a un episodio de 'Los caza fantasmas'. Va de una casa de huéspedes que, por fuera, parecía tener mucho pedigrí. En la fachada exterior había esculpida una flor de lirio, el símbolo de la realeza francesa. Dentro, en la habitación más ostentosa de toda la oferta, había una cama noble que, de vez en cuando, se doblaba de golpe, como una grapadora, y chafaba a quienes hacían marranadas entre las sábanas. La orgía terminaba siempre con una salpicadura de tripas e intestinos que daban algunos dolores de cabeza al servicio de limpieza. Los pobres damnificados, enfadadísimos por la broma funesta que les gastaron, todavía corren por el barrio, quejándose con los intestinos en una mano y la espina dorsal partida por la mitad.

     
     
     
     
  9. Plaza de Ramon Berenguer III

    Plaza de Ramon Berenguer III

    Pensadlo dos veces antes de pasar por la plaza presidida por la escultura de Ramon Berenguer III, y si una fuerza propia de anticristo os arrastra no dejéis de rezar padres nuestros... El triángulo que se dibuja entre la Avenida Catedral –antes la calle del Infern– y la plaza Ramon Berenguer era un punto caliente, y es que desde aquí se accedía al reino de Satanás. Dicen que en la plaza de l'Oli (la plaza donde hoy descargan turistas) había un pozo y que quienes se atrevían a descender por él terminaban compartiendo banquete con el mismo Pedro Botero... vigilad no os queméis, que el demonio sigue con la cola entre las piernas y no es nada dócil.

     

  10. Sant Felip Neri

    Sant Felip Neri

    La plaza de Sant Felip Neri no siempre ha sido la estampa de lujo idílico de hoy en día. A finales del siglo XX era un cementerio, el Foso de Nazaret, más conocido como Foso de los Colgados (ya sabéis a quien se enterraba). Saliendo de una casa de citas cercana, dos jóvenes adinerados cruzaron el lugar para atajar. Uno de ellos recogió una calavera del suelo y empezó a mofarse, diciéndole que si estaba así es porque algo habría hecho. Y antes de despedirse de ella con un chute, la invitó a seguir la tertulia en su casa, en Cardenal Casañes. Esa noche, tres golpes secos en la puerta interrumpieron su cena. Y se murió cuando miró por la ventana y vio un esqueleto, con la calavera bajo el brazo, llamando a la puerta.

     

     

Rincones encantados de Barcelona

Descubrid los fantasmas erráticos de nuestra ciudad, diez lugares que os pondrán los pelos de punta

Escrito por
Time Out Barcelona Editors
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En Barcelona también tenemos casas encantadas, de esas en las que el suelo cruje, las puertas chirrían, los relojes de péndulo dan la hora funesta y las lechuzas ululan en la buhardilla. Lo habéis leído bien: aquí hay fantasmas. Si de pequeños leíais los libros de R.L. Stine escondidos bajo una manta con una linterna encendida y acababais mojando las sábanas, alejaos: esto no es para vosotros. Pero si los entierros prematuros de Edgar Allan Poe os despiertan sentimientos necrófilos y tenéis ganas de invitar a alguna alma errante a tomar el té, Jennifer Love Hewitt style, leed con atención. Aquí encontraréis los recintos embrujados más míticos de la ciudad. Algunos de ellos los descubrimos gracias al libro de Sylvia Lagarda-Mata, 'Fantasmes de Barcelona', publicado por Angle Editorial. Otros los hemos explorado personalmente. Y.... otras, ¡qué yuyu!

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