Adobo/Adobar, del chef-propietario Enrique Valentí, es un restaurante conceptual pero sencillo (que no simple): "una casa de comidas actualizada, donde utilizamos los adobos y los condimentos", dice. A Valentí -máster del sofrito, el guiso y el fuego lento- le hace gracia el nombre porque "transmite malas vibraciones: cuando adobas un plato, piensan que enmascaras el producto". Aquí, es al revés: con un adobo serio y autoral -aplicado a producto humilde pero noble- sal- dan nuevas perspectivas a platos de toda la vida.
Un ejemplo inapelable: su tartar de 'picanha' (Corte brasileño de ternera). La sirven madurada, y esto le confiere un sabor sanguíneo seductor. No es un corte tan caro como el solomillo trinchado, pero tiene mucha más personalidad, y con un condimento que guiña un ojo al sabor de brocheta moruna de caseta de feria. Y nos rendimos ante un costillar de cerdo ibérico con recuerdo al bocata de lomo con pimientos. En la parte del bar degustarás clásicos de cuchara de Valentín: sus callos o albóndigas al jerez son antológicos.