Albert Adrià redefine su proyecto más personal. Si en un inicio Enigma era un restaurante y coctelería donde el comensal paseaba –metafórica y literalmente– por un menú de 40 elaboraciones distribuidas en cinco zonas de un multiespacio, maridando con tragos cada plato, ahora Enigma tiene dos pases: un servicio de mediodía dónde comer a la carta (y con las manos) platos herederos del espíritu Tickets, que revolucionó la tapa en Barcelona. Como su Club Sandwich o un 'paté en croûte' reconstruido como pizza.
Y a las cinco, comienza lo que él llama 'fun dining': la carta se adapta a un maridaje de coctelería que se bebe y se come entre sorbos, música y ganas de sarao de tarde. Por cierto, cierran a las nueve de la noche y no se puede entrar ni con camiseta imperio ni con chancletas: dos cosas que nos parecen muy bien. Se acabó: esa horrible visión de los garfios del tipo en chancletas ya no te arruinará el dry martini.