Es fácil desconfiar de un bikini de diseño, pero cuando detrás está Jordi Roca y la gente de Rocambolesc, el prejuicio cae con el primer bocado. La Bikineria Rocambolesc, junto al puente de Piedra, es un local pequeño y colorido donde se juega con la nostalgia y el queso fundido, y ambas cosas las clavan. Aquí los bikinis son un tiro certero al hedonismo gourmet y sencillo: el clásico de jamón ibérico y mozzarella es pura untuosidad controlada, pero el de pulled pork y mostaza es un feliz resbalón hacia el vicio absoluto. También hay una versión con butifarra dulce y manzana, un plato tradicional de la cocina catalana convertido en bikini.
Los bocadillos pasan por la sandwichera con el mismo respeto con el que Roca trata una bola de helado: fundir, dorar y provocar delirio. Además, tienen helados, granizados e incluso algún toque de licor que remata el festival. No hace falta mucho más para ser feliz: un banco junto al río, un bikini caliente y un breve regreso a la infancia en unos cuantos mordiscos.