Roig Robí, uno de los primeros emblemas de la renovación gastronómica de esta ciudad. Los años pasan, pero la cualidad y el buen gusto permanecen. Bajo la atenta y cálida mirada de Mercè Navarro, alma mater de este barco insignia que fue un atractivo más de los juegos olímpicos, Roig Robí sigue ofreciendo una de las mejores y serias cocinas de Barcelona.
A partir de las reformas del año 2000 y más recientes, su patio posterior se ha convertido en una de las terrazas más agradables de la capital. Aunque se hayan cubierto ahora un par de reservados, permite disfrutar de sus plantas y árboles durante todo el año.
Roig Robí es sinónimo de seducción y elegancia. En el arte transmite vivas emociones: por eso, supongo, escogieron este nombre. Por más que pasen los años, los que lo vimos nacer nunca no podremos considerarlo un clásico.
Nuestro restaurante es identificable por sí mismo, hasta internacionalmente, y poco asimilable a otros establecimientos. Hemos hecho un tipo de cocina propia, honesta y de cualidad que hemos ido adaptando con los años sin cambiar el espíritu que nos caracteriza. Mercè ha sabido rodearse de un excelente equipo, gracias a Imma y Joan. Sus dos hijos llevan el barco a buen puerto desde la cocina y la sala. Toda la oferta de la carta es importante, pero siempre han destacado por la buena cocción y presentación de unos peces salvajes que provienen de los mejores proveedores.
Siempre tienen a primera línea los mejores productos que da cada estación. La noche de nuestra visita, el paladar se vio cumplimentado con dos entrantes de cepas y oronja. Los primeros, muy bien salteados de un buen aceite y sal; y los segundos, fileteados como un carpaccio. Sublime.
Siguieron con los garbanzos con chipirones y un increíble ‘capipota amb samfaina’. Y cerró la comida un ‘turbot’ al horno espectacular. Pero lo mejor es no hablar de los platos sino invitaros a probarlos.