Hace un siglo, 'Speakeasy' nunca hubiera aparecido en el rótulo de un bar. El término se usaba de forma popular para referirse a los bares que servían el tan deseado y temido alcohol -había que pedirlo muy bajito para que nadie lo escuchara-, en su momento prohibido por la Ley Seca. Ahora, este 'Speakeasy' aparece bien alto, poniendo sobre la mesa la influencia de la época. El espacio captura el aura enigmática y clandestina de la década americana de los 20, presidida por una colección de botellas a la vista que incitan a la imaginación a perderse entre brebajes de todos los colores, aromas y graduaciones, sirviendo a su vez como almacén de la conocida coctelería Dry Martini.
No solo la decoración os hará sentir como en la época de las películas en blanco y negro, entre luces tenues y colores intensos; al local solo se puede entrar con un código secreto. Al misterio del 'Speakeasy' hay que entrar con mucha sed para dejarse calmar con vinos y cócteles balsámicos; aunque no os olvidéis del hambre, que matarán enseguida y con mucho gusto. Cuentan con una brigada gastronómica de tiro marino: toda una sección de pescados y delicias del mar, como pulpo al coco y al jengibre o arroz caldoso de langosta; que también corren libres por las ensaladas, los fríos y los entrantes (érase una vez un ceviche con pescado de lonja con cremoso de coco, aguacate, mango y cebolla morada encurtida). ¿Otras minas de oro? El risotto cremoso trufado con ‘ceps’ y foie o un 'beef reef' estilo New York. Las referencias norteamericanas solo asoman la cabeza en toda la carta de sólidos, porque la carretera gastronómica del lugar es más bien un ceda el paso a todas las nacionalidades, fusionando la idiosincrasia mediterránea con cocinas del más allá (tacos, pastas, sushi, tapas…). Toda una aventura que os dejará más satisfechos que resolver un enigma.