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Dirty Dancing

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Time Out dice

Primer acorde de '(I've Had) The Time of My Life' y el Tívoli –lleno hasta la bandera– estalla en aplausos. El momento que todos esperaban. La adaptación teatral de 'Dirty Dancing' los ha conducido sin distracciones, como las migas de pan de Pulgarcito, hasta la escena final que justifica todo el montaje. Salto del ángel y el teatro se viene abajo enfervorecido. Un público-fan que podría seguir palabra por palabra el guión de la película. La producción se lo pone fácil. Con el piloto automático puesto pasan las escenas. Como las versiones escénicas de las populares radionovelas de Sautier Casaseca.
 
Es sintomático que la mayor reacción del público –a la espera de la apoteosis del último baile– se produzca con el culo del protagonista. Visión fugaz después de una casta noche de desfloración. Tampoco ayuda la falta de química entre la pareja principal. Es lo que pasa cuando escasean las herramientas actorales para imitar bien las emociones.
 
La producción en cambio tiene un buen nivel en el cuerpo de baile, unos excelentes cantantes solistas y la siempre magnífica presencia de Julia Möller, que con el papel secundario de Marjorie Housemann eleva ella sola el nivel interpretativo de la función.
Escrito por
Juan Carlos Olivares

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