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Heartbreak Hotel

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Heartbreak Hotel
Foto: Àlex RigolaHeartbreak Hotel
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Time Out dice

Un pequeño teatro en el corazón de Sants Badal que es también la casa de la compañía de Àlex Rigola

Àlex Rigola e Irene Vicente han abierto en la plaza de l'Olivereta del barrio de Sants-Badal el Heartbreak Hotel, un pequeño teatro que será el centro de operaciones de la compañía y que permitirá que los espectadores estén muy cerca del escenario. Solo tiene 72 butacas y esto es exactamente lo que quería el director, para que los actores puedan expresar su intimidad en la distancia corta.

El local, un antiguo almacén de los años 50 que después fue parking y escuela de pool dance, tiene unos 150 metros cuadrados, 75 de los cuales son estrictamente la sala, un espacio diáfano diseñado por los arquitectos Francesc Guardia y Xavier Massagué, los mismos que han reformado el Lliure de Gràcia y el de Montjuïc, y también el renovado Espai Texas.

Hay función de martes a viernes a las 19h; los sábados a las 15.30 y las 20 h y los domingos a las 12 h.

Borja Duñó
Escrito por
Borja Duñó

Detalles

Dirección
Carrer Bacardí 35
Barcelona
08028
Contacto
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Qué ocurre

Hedda Gabler

  • 4 de 5 estrellas

'Hedda Gabler' no es 'Tío Vania' e Ibsen no es Chéjov, aunque noruego y ruso sean los padres del teatro burgués y, en buena parte, del teatro contemporáneo. En la segunda, el conflicto emocional de los personajes es más directo y claro, con dos bandos, mientras que en la primera es más expansivo, más multipolar y de consecuencias más aterradoras. Por tanto, Àlex Rigola tenía delante un reto mayúsculo a la hora de bajar la pieza de Ibsen a la intimidad de su caja de madera y depurar las emociones, cuyos intérpretes se mueven lo mínimo y donde el más leve movimiento hace que la función coja otro cariz.Con Chéjov, además, tenía entre manos una obra coral. En 'Hedda Gabler' tiene una obra que avanza al ritmo de la protagonista. Disponer de Nausicaa Bonnín para interpretar este papel es lo que convierte este montaje de cámara en una gran obra. Desde el minuto uno, cuando su marido (Joan Solé) la presenta, ponemos los ojos encima y ya no podemos quitarlos. Ocupa la centralidad total de la escena durante casi toda la función. E incluso cuando la obra decanta hacia un lado, el director nos lleva hacia ella como cuando le hace coger la pistola. Bonnín nos hipnotiza. Y, en parte, consigue que dejemos de mirar a Pol López, Marc Rodríguez y a Miranda Gas, que, no en vano, saben llevarnos a ella, porque la volvemos a mirar si es que la hemos perdido alguna vez de vista.El montaje no es tan excepcional como ese 'Vania', pero es igualmente magnífico. No se trata de la poética de las formas,

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