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Gus Van Sant
©Alfredo Arias

Gus Van Sant: "El mundo de los muertos es peligroso y es mejor guardar las distancias"

Hablamos con el director de 'Elephant' de su última película, del fantasma de River Phoenix y de la exposición que le dedica La Casa Encendida

Escrito por
Josep Lambies
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Tiene el gesto lento de un poeta beat, piel coriácea y placidez melancólica. Le cuesta sonreír, o eso me parece. Pero aún así en sus palabras encuentro la ternura de películas como 'Mi Idaho privado'. Lo pillamos por banda en Madrid, por dos motivos. Uno es que el 6 de julio estrena en cines 'No te preocupes, no llegará lejos a pie', basada en las memorias del dibujante John Callahan. El segundo es que La Casa Encendida le dedica una exposición, con pinturas, material de rodaje y fotografías.

Hablemos, primero, de la película que estrenas. ¿Cómo te acercaste a la historia de Callahan?
John escribió un libro autobiográfico en 1989, y yo sabía poca cosa de ese libro, pero a él sí le conocía un poquito. Fue Robin Williams quien pujó por los derechos y los ganó. Quería hacer una película que adaptara la vida de John, y me pidió que escribiera el guion. Era más o menos la época en la que trabajábamos juntos en 'El indomable Will Hunting'.

Eso fue a finales de los 90. ¿Qué pasó luego?
Por alguna razón, el proyecto desapareció. Después John Callahan murió, y luego Robin Williams. Y cuando me quedé solo con la película decidí centrarme en una sola parte de su relato, la que habla de la recuperación. John Callahan bebía mucho y tuvo un accidente de coche y se quedó en una silla de ruedas y siguió bebiendo. Y luego dejó de beber.

Sus viñetas destilan un humor corrosivo que para muchos era incómodo. ¿Qué papel tienen en la película esos chistes incorrectos?
A mí estas viñetas siempre me resultaron muy divertidas. John Callahan era tan bueno como cualquier otro autor del 'New Yorker'. Yo, cuando era joven, también fantaseaba con publicar algún dibujo en el 'New Yorker'. Incluso pensé en mandar alguno, pero al final nunca me atreví.

En la exposición de La Casa Encendida descubrimos tu faceta de pintor, totalmente desconocida para el gran público.
Empecé dibujando storyboards para mis primeras películas. No, miento. Cuando tenía diez años hice un cómic, que evidentemente no llegó a ningún sitio. Después empecé a pintar. Soy más artista visual que viñetista y la pintura, en mi caso, es precursora de las películas, como también lo es la fotografía. En los lienzos empecé a ensayar, por ejemplo, el uso del color. Siempre me gustó trabajar con acrílicos, porque se secan enseguida y te obligan a ser rápido.

Hace unos cinco años pintaste un retrato de River Phoenix, de líneas muy simples, como un homenaje a su juventud eterna.
Sí, River Phoenix murió muy joven, creo que dos años después de que hiciéramos Mi Idaho privado. Pinté ese retrato, todo en azules, a partir de una fotografía que le tomé mientras rodábamos, en la que sale River de pie delante de la puerta de un garaje.

¿Es la pintura una manera de relacionarte con el recuerdo?
Sí, pero no sé decirte en qué términos. Pensaba en River mientras lo pintaba, pero no mucho, porque el mundo de los muertos es un terreno peligroso en el que es mejor guardar las distancias.

He escogido tres imágenes de tu filmografía que me gustaría comentar y una de ellas es el primer plano de River en 'Mi Idaho privado'.
¿Cuando el granjero le hace la mamada? Sí, así empieza la película. Una carretera y la cara de River Phoenix con los ojos cerrados. Y luego el granero que cae del cielo y se estrella en el asfalto y revienta. Al principio, en una de las versiones del guion que escribí, ese granero tenía que aparecer flotando entre las nubes. Pero no logramos hacerlo. 

Antes me hablabas del color. La segunda imagen que he escogido es el chico rubio con la camisa amarilla de 'Elephant', de espaldas en el pasillo, tal vez la más famosa de tu cine.
¿Famosa? ¿En serio? No sé. La imagen es de un momento que se repite tres veces, porque son tres los personajes que se cruzan en este punto exacto del pasillo del instituto, y es un instante clave, cuando los chicos armados están a punto de entrar. Se trata del núcleo de la película, y sin embargo en el guion aparecía solo esbozado.

¿Entonces fue fruto de la improvisación?
En cierto modo sí. Me di cuenta de que para centrar la atención tenía que haber un gesto significativo, y le pedí al actor, el chico rubio, que hiciera algo. Y entonces se acercó a la ventana, se inclinó y se dio una palmada en la nalga.

Mencionabas la fotografía. En la exposición hay una colección de retratos hechos con Polaroid.
En realidad eran pruebas de casting realizadas en los 80 y 90. Luego me robaron la cámara y me pasé al digital. En esas fotos salen los mejicanos de 'Mala noche', William Burroughs con la piel marcada para 'Drugstore cowboy', David Bowie para un videoclip que rodamos juntos.

La tercera imagen que he escogido es el fantasma de Kurt Cobain al final de 'Last days'.
Yo tenía esa idea, el jardinero que mira por la ventana y ve el cadáver tendido, y entonces el espíritu se levanta del cuerpo y sube una escalera invisible, hacia el cielo. Y desaparece. 

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