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Así de entrañables son los nuevos juguetes de 'Toy story 4'

Escrito por
Josep Lambies
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A los que éramos niños cuando John Lasseter firmó el luminoso debut de Pixar, allá en el año 1995, cada nueva entrega de 'Toy story' nos emociona como una especie de 'Boyhood' por fascículos. Hemos crecido con Andy, hemos amado a nuestros juguetes, hemos deseado ser 'cowboys' y astronautas, hasta que un día nos hicimos mayores y guardamos nuestra infancia en una caja en el desván. Supongo que a estas alturas ya no hace falta decir que no estamos hablando solo de cine familiar. Aquí se mezclan sentimientos abismales, la pena tormentosa y el miedo al olvido, que a todos nos llenan los ojos de lágrimas. Por eso no podemos reprimir la emoción al decir que el 21 de junio se estrena 'Toy story 4'.

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1. Ese muñeco hecho de basura. Ante todo, situémonos. Los fans recordaréis que 'Toy story 3' acababa cuando Andy se iba a la universidad y regalaba todos sus juguetes a Bonnie, que en 'Toy story 4' le toma el relevo en la historia. En su primer día de colegio, Bonnie fabrica un muñeco contrahecho con cosas que recoge de la basura: un tenedor de plástico usado y sucio, un resto de espumillón, un clip retorcido y el palo de un polo. Lo llama Forky y pronto se convertirá en un personaje de lo más trágico. Cobra vida en brazos de Woody, profiriendo un grito de angustia, y su paso por este mundo sucede en un constante pánico existencial. Es un juguete que padece dolores, que preferiría no haber nacido, y que intenta suicidarse una y otra vez arrojándose al interior de una papelera, el lugar del que procede.

2. Una noche de lluvia y barro. Una de las cosas que distinguen las películas de Pixar es su excelencia visual. Hay momentos memorables, como la casita de 'Up' flotando entre las nubes, tirada por un sinfín de globos de colores, o ese mundo de los muertos de 'Coco' lleno de lentejuelas, farolillos y alebrijes. En este sentido, 'Toy story' es un prodigio, desde la secuencia de los soldados de plástico de la película original. Os podemos adelantar que la primera escena de 'Toy story 4' ocurre durante una noche de tormenta, en la que todos los juguetes se unen en una misión especial para rescatar al coche teledirigido que ha quedado atrapado en un barrizal en el jardín y está a punto de ahogarse, arrastrado por la corriente que lleva al sumidero. Los minutos iniciales son, en términos cinematográficos, un alucine.

3. Reaparece la pastora de porcelana. Siempre hubo un misterioso vacío argumental en torno a la desaparición de Bo Peep, esa pastora con cofia rosa y cayado que paseaba a sus ovejas en la 'nursery' de la hermanita de Andy en la primera película y que en la segunda fue extrañamente eliminada. Aquí descubriremos qué le pasó. Porque Bo Peep reaparece, totalmente transformada. Se ha rasgado las enaguas y se ha convertido en una muñeca al margen de la ley, una especie de Imperator Furiosa con el espíritu endurecido que vive entre la hojarasca de un parque, con una tribu de juguetes perdidos y olvidados. Conduce un coche teledirigido camuflado bajo la piel de una mofeta muerta, lleva muñequeras y tiene un curioso aspecto de guerrera ninja. Y su mejor amiga es una Polly Pocket policía.

4. En una tienda de antigüedades. Todas las películas de 'Toy story' tienen un punto terrorífico. ¿O acaso nos diréis que ese niño de los brackets y la camiseta de calavera que torturaba, mutilaba y quemaba los juguetes en la primera película no os dio miedito? En esta ocasión, nos encontramos en una tienda de antigüedades en la que hay una muñeca parlante diabólica, con coletas pelirrojas y las mejillas pecosas, que se llama Gabby Gabby. Es una especie de Baby Jane, una Norma Desmond perdida entre el polvo del tiempo de su mansión de Sunset Boulevard, atendida por cuatro peleles de ventrílocuo clónicos, dantescos, que le hacen de lacayos, empujando un cochecito que da muy mal rollo. El ambiente de este lugar tan barroco y atestado de reliquias os pondrá los pelos de punta.

5. Las cosas cambian. Las películas de Pixar nunca intenta engañarnos con cuentos de hadas. Las películas de Pixar nos hablan de sentimientos verdaderos, a menudo vinculados a la idea de un tiempo cruel e inexorable. Estamos pensando, por ejemplo, en el sueño del crítico gastronómico de 'Ratatouille', que al probar un trozo de calabacín se veía arrastrado por el sabor de su infancia perdida. Pero también en 'Inside out', que hablaba de la pena negra que caracteriza el trance a la adolescencia. Y de 'Coco', una fábula preciosa sobre el lugar que ocupan nuestros muertos en el recuerdo. A lo largo de cuatro películas, los personajes de 'Toy story' han crecido a nuestro lado, asumiendo que las cosas cambian, que la vida nos transforma, que si nos despistamos los años felices pasan de largo en un santiamén. Y aún así hay que mirar adelante, con optimismo y valor. Esa es la lección que nos parte el alma. 

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