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Ante la jubilación

  • Teatro
  • 5 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Ante la jubilación
©Felipe Mena
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Time Out dice

5 de 5 estrellas

Al final del primer acto, Vera (Mercè Arànega) le dice a su hermana tetrapléjica Clara (Marta Angelat) que quizá Rudolf (Pep Cruz), el hermano, querrá que esta noche se ponga el traje de prisionero, como el año pasado. En la pared, señorea colgado un traje de oficial de las SS. Vera repite que es auténtico, sin mucha convicción, un poco conmovida, y se dispone a plancharlo, donde antes ha alisado la toga de presidente de la audiencia de Rudolf. Acciona el vapor de la plancha, le lanza el aliento y hace el movimiento de estirar el vestido. Pero se detiene y corre hacia la ventana, la abre y toma aire. Al cabo de más de tres horas de función, quien quiere salir a la calle, asfixiado, exhausto, es el espectador de este magistral montaje de Krystian Lupa de 'Ante la jubilación' de Thomas Bernhard.
 
El dramaturgo austríaco nos ha escupido a la cara y nos ha dicho que no giramos la cabeza, que todos somos como el trío fósil que protagoniza su obra. Que todos, con pequeñas variaciones, pensamos como Vera, que todos somos antisemitas aunque no se pueda decir. "¿Cuándo podremos decirlo?", "¿Cuándo podremos mostrarnos?", repite en el tercer acto, con las persianas bajadas. Rudolf borracho y con el fusil en la mano, las hermanas bien vestidas, para celebrar el cumpleaños del gran carnicero Himmler, padrino del ahora juez.
 
Lupa es un maestro del tiempo escénico. Otro director habría hecho esta obra en una hora y tres cuartos. Él necesita tres y media para conseguir su objetivo. Y tiene tres actores sublimes a su servicio. Para empezar, una Angelat que calla durante dos terceras partes de la función mientras los hermanos la insultan y desprecian. Un silencio que habla. ¿Es ella la víctima de la depravación? ¿Quién tiene que ir con el traje de prisionero de campo de exterminio para el disfrute del hermano tarado? Lupa no la salva, ya que su silencio es el silencio de los que no dicen nada cuando tienen la barbarie ante los morros.
 
Arànega es el contrapunto, el clown ante el augusto. Una mujer que charla y charla, que repite las barbaridades del hermano, a quien adora, que aporrea el piano cuando él se lo pide, que le calienta la cama si es necesario. Una acérrima seguidora que da más miedo que el demonio. Un Lucifer que tiene la cara y el cuerpo de Cruz, un hombre cansado, que pasó diez años a la sombra para salvar la piel y que da más grima sin camiseta que con el vestido de oficial nazi. La cotidianidad del terror.

Texto: Thomas Bernhard. Dirección: Krystian Lupa. Intérpretes: Mercè Arànega, Marta Angelat y Pep Cruz.

Escrito por
Andreu Gomila

Detalles

Dirección
Precio
22 €
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