Este bellísimo lugar de la provincia de Burgos no está (todavía) en la lista oficial de pueblos más bonitos de España, pero a Pineda de la Sierra no le hace falta ningún título que lo diga, porque objetivamente lo es. Un entramado de callejuelas y fachadas de sillería que apenas tiene 70 habitantes y que por su historia (vinculada a la trashumancia) y el buen estado de conservación de sus edificios (civiles y religiosos) está declarado Conjunto Histórico. Motivos más que suficientes que justifican una visita a este rincón remoto elvantado en piedra en una de las seis comarcas en las que se divide la provincia, y localizado casi en la frontera con La Rioja.
Pineda de la Sierra está muy cerca de la ciudad de Burgos (a solo 50 kilómetros de distancia) pero en el corazón de la Sierra de la Demanda, una de las zonas montañosas y posiblemente más biodiversas de toda la provincia. Eso explica la carretera en constante ascenso que lleva hasta el pueblo, ubicado a más de 1.200 metros de altitud en el valle del río Arlanzón (a los piees de los picos San Millán y Mencilla). Un paisaje típicamente serrano y una orografía espléndida dominada por montes, bosques, cumbres, cascadas y lagos en esta zona con vocación (y título) de espacio natural.
Qué ver en Pineda de la Sierra, uno de los pueblos más bonitos de Burgos
Junto a Covarrubias y Silos (oficialmente dos de los pueblos más bonitos de España), Pineda es el único pueblo de la zona que ha mantenido unas rígidas normas de urbanismo, a pesar de su pequeño tamaño en el que apenas caben un puñado de callejuelas. Se divide en dos zonas: una monumental, dominada por las casonas de propietarios (las familias que hicieron fortuna con la trashumancia que dominó esta zona), de carácter sobrio pero imponente. Es aquí donde también brilla la iglesia de San Esteban Protomártir, del siglo XII, uno de los mejores ejemplos del románico serrano (autóctono de la Sierra de la Demanda), y declarado Bien de Interés Cultural. Y la zona conocida como 'el barrio', donde se encontraban los antiguos corrales de ganado y el lavadero de lana, una de las reliquias (hoy son casas privadas) de su brillante pasado industrial (la producción de lana se enviaba incluso a Flandes en la época más gloriosa del negocio).
Además del recuerdo de sus paisanos más longevos, de ese pasado glorioso quedan las fachadas blasonadas y casonas que hoy han sido reconvertidos en acogedores negocios familiares, como el hotel y restaurante la Casona de Pineda, una dirección imprescindible para tomar embutidos y productos de caza y uno de los platos típicos de la zona: la olla podrida, un guiso tan contundente y lleno de ingredientes que es muy propicio para tomar en territorio serrano como este.
Con la olla reposada, es momento de partir en busca de nuevos horizontes. Aquí las rutas son muy diversas, así que lo difícil será elegir. Pineda de la Sierra es un punto de inicio perfecto para descubrir ese románico serrano (considerado heredero del arte del maestro del claustro alto de Silos, a poco más de 50 kilómetros). Aunque también se puede ir en busca de las huellas del origen de la humanidad (los yacimientos de Atapuerca está a poco más de 30 kilómetros), del paisaje más sobrecogedor de las lagunas glaciares de Neila (a unos 45 kilómetros), un refugio de diversidad alpina y ecosistemas acuáticos desde la última glaciación)...
