Verdaderamente postmoderno, este lugar es escandalosamente kitsch pero con una sensibilidad pop art que le salva de haber ido demasiado lejos. La piel sintética, fotos de Star Wars y la psicodelia de otras décadas combinan sorprendentemente bien. No hay una política musical. Todo vale, desde el jazz ácido al house o el soul. La clientela es más mayor y menos experimental, así que tienden a relajarse..
Por eso, sus sillones son una tentación, aunque son propicios para encuentros románticos o furtivos en la sala. Las camisas de cuadros y las cervezas abundan en esta sala alternativa de Malasaña.