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Camino largo de vuelta a casa

  • Teatro
  • Teatro Español, Madrid
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
  1. Camino largo de vuelta a casa
    Vanessa RabadeCamino largo de vuelta a casa
  2. Camino largo de vuelta a casa
    Vanessa RabadeCamino largo de vuelta a casa
  3. Camino largo de vuelta a casa
    Vanessa RabadeCamino largo de vuelta a casa
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Time Out dice

3 de 5 estrellas

Si hubiera que elegir un término para calificar esta obra podría ser ese injerto que no existe como palabra oficial en el diccionario: dramedia. Se trata de algo que bascula entre el relato de vidas difíciles y la forma de contarlo recurriendo a un tono humorístico, gamberrete a veces, ingenioso y único, Guardamino style. Ese tono general del texto desdramatiza las situaciones, pero no por restarle importancia a lo que les pasa a los personajes, sino porque así nos sentimos más cerca de ellos, hay una mayor empatía. Es cierto que el relato de la mayor de las tres mujeres protagonistas (sin hacer spoiler) está en una frontera peliaguda a punto de romantizar lo que se supone que cuestiona esta obra, pero finalmente se entiende bien que lo que se pone sobre el tablero de juego está por encima del relato mismo, que se trata de trazar el último siglo del largo invierno patriarcal que gobierna el mundo desde hace tanto tiempo y evidenciar quiénes fueron y son sus principales víctimas. 

Lo bueno de estas tres mujeres que protagonizan la obra es que son heroínas del día a día

La obra arranca con una escena proverbial, muy bien escrita, muy bien dirigida y muy bien interpretada. Belén Ponce de León es un gran acierto en este reparto. Sin traicionar sus condiciones naturales, que tienden a otorgarle personajes desgraciados y cómicos a su pesar, despliega una batería de recursos que perfilan a una mujer torpe emocionalmente y perdida en ese valle de la llamada mediana edad. Lo bueno de estas tres mujeres que protagonizan la obra es que son heroínas del día a día. Abuela, madre e hija elevan una oda a la sororidad, porque saben que, más que a nadie, se tienen a ellas mismas. La abuela, así, puede sanar ciertas heridas del pasado -aunque ella no les dé mayor importancia- compartiéndolas con la nieta, que toma conciencia de que las vidas de su abuela y de su madre no han sido en vano y el hecho de que ella pueda manejarse entre el no binarismo y la bisexualidad cómoda y tranquilamente es producto de todas esas vidas anteriores y de lo que tuvieron que sufrir. 

El sexo, como dice la abuela, es como Torrevieja, que si no has ido tampoco pasa nada

Amparo Pamplona, la abuela, es entrañable y fría a la vez, con ese tempo de la que está parada en la estación porque ya solo le queda esperar a que llegue el último tren. Y Helena Ezquerro, la nieta, es impetuosa y asume –o hereda, quién sabe– la rabia de sus mayores porque ella tiene mayor libertad para expresarla, aunque eso le deje pequeñas heridas en el corazón. Ella es la que está obligada a reaprender a amar y a amarse en un mundo femenino que quiere enterrar de una vez las desigualdades, las grandes y las pequeñas. Ese mandato inesperado no es fácil asumirlo. Igual que la mujer de mediana edad, hija y madre, debe entender que el termómetro de la vida de una mujer no pasa necesariamente por los hombres. Y que el sexo, como dice la abuela, es como Torrevieja, que si no has ido tampoco pasa nada.

Escrito por
Carlo Ferri

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Teatro Español
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