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50 años del Museu Picasso

El museo celebra su 50 aniversario con una jornada de puertas abiertas

Escrito por
Time Out Barcelona Editors
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Diluvia y el palacio Baró de Castellet refugia a quienes han decidido encontrarse, de forma premeditada o no, con Pablo Picasso. Transitamos por el vientre de su museo, nos cruzamos con el director, Bernardo Laniado- Romero, y los pasadizos de vuelta catalana nos llevan a la entrada del edificio de la plaza Jaume Sabartés. El origen de esta institución dedicada a uno de los grandes del siglo XX –y que el sábado abrirá sus puertas para celebrar los 50 años–, es una epopeya escrita entre amigos, hecha de discreción y silencios. Así se hizo el Museu Picasso.

El artista de la calle Comerç
"Sin la relación de Picasso con la ciudad no se entiende este museo", dice la comisaria del cincuentenario, Silvia Domenech. Palau i Fabre, Brassai y otros ya lo escribieron: el joven de Málaga llegó a Barcelona a los 14 años, estalló como artista y después se marchó a París. Nunca volvió a la ciudad después del 1934, pero su sombra era alargada. Hizo donaciones y exposiciones, como la Bienal Hispanoamericana de Arte de 1955, y mantenía la relación con sus amigos, familias como los Gaspar y los Gili.

Cuando Sabartés, el amigo más íntimo que le hacía de secretario, habló de donar a Málaga las obras que le había regalado el artista, Picasso movió hilos: el museo debía hacerse en Barcelona. Él era un exiliado ideológico, claro, pero estaba "enamorado" de la ciudad, escribía Maria Aurelia Capmany.

Grabados para el amigo
La donación de Sabartés fue trascendental para la creación del museo. El amigo poseía retratos, bodegones, una escultura y cientos de grabados del artista; de cada serie, Picasso le guardaba uno y se lo dedicaba. En un viaje a Barcelona, y después del inventario de las obras de juventud que el artista conservaba en casa de sus padres, Sabartés cenó en el Ritz con el notario Raimon Noguera, Joan Ainaud de Lasarte, entonces director de los museos de la ciudad, y el alcalde Porcioles. "Vieron que era una buena idea, también para recuperar el área del Born y la Ribera, entonces en muy  mal estado -dice Domenech-, pero pidieron discreción para que el estado no estuviera al corriente".

El artista volvía a estar cerca del barrio donde había pasado su adolescencia.

¿Esto qué es, alcalde?
El 9 de marzo de 1963 se inauguraba la Colección Jaume Sabartés en el Palau Berenger y, tal y como pidió el alcalde, su apertura tuvo "la trascendencia adecuada a un acto especializado en arte". De hecho, no se indicaba que en la calle Montcada había un museo... Después vino la placa y en 1966 llegaba el reconocimiento tímido del ayuntamiento que, en respuesta a la petición de un ciudadano, reconocía que la colección era un "museo con obras de Picasso".

Fiel a Burgos
La institución engordaba la colección a medida que se remodelaban palacios contiguos al de Aguilar, donde nació el museo: en 1968 llegaron 'Las Meninas', y en el 70, las obras primerizas del pintor. A la inauguración se invitó a los directores de los grandes museos internacionales, y parece que el mismo Picasso debía cortar la cinta. Pero, finalmente, el artista pidió suspender el vernissage. "No quería que asistieran las autoridades, en rechazo a los procesos de Burgos", recuerda Domenech. No se tiene constancia que llegara a pisar el museo, pero siguió y coordinó la evolución, tal y como recuerdan las maquetas que se exponen en la primera de las tres muestras del aniversario. Lo decía Noguera, y todavía se respira que "el museo de la calle Montcada es el único debido a la firme y constante voluntad de Picasso".

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