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Rehabilitar un bar es una tendencia. Pero el cocinero Aimar Córdoba es un enfermo de barra. "Soy un loco de los bares 'manolo', me los conozco todos", explica. Y cuando pudo hacerse cargo del bar junto de al lado de La Paloma, El Pollo, no se lo pensó: “Tiene 40 años y sólo se ha dado de comer desde que cerró la sala, porque con dar de beber ya iban tirando”. Córdoba es de Bilbao, y sus truchas en la vasca (melosas, dulces, líquidas) desacreditan a los indocumentados del sin cebolla. Una factura incrustada en el plástico de las servilletas hace de carta. "Nos dedicamos a las tapas y los guisos, no a los tártaros de aguacate", saca pecho.
El Pollo tiene el aire típico melancólico del garito hartapobres del barrio Chino, pero cuando llegan los platos se dispara la alegría: el producto es fresco y de primera, y la carta tiene un apartado de espectaculares platos de cuchara (merluza de gancho en salsa verde y judías de Santa Pau) que te los podrías encontrar en un restaurante clásico de Bilbao. No es barato; pero la opción tapas es fiesta por apta para casi todos los bolsillos, con tortillas espectaculares, croquetas de las buenas y unos chipirones con cebolla en los que cantan los ángeles.