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Hemos dicho que se encuentra en medio del bosque, pero quizá una de las grandes sorpresas de la Vil·la Joana es lo bien conectada que está con la ciudad. Sí, está rodeada de árboles y situada en lo alto de una colina que le otorga unas vistas privilegiadas de la sierra de Collserola, pero se llega fácilmente en ferrocarril, tras un paseo de cinco minutos desde la estación de Baixador de Vallvidrera. Diez minutos en tren y te plantas en el barrio de Sarrià, pero no lo parece: cantan los pájaros y el follaje se mueve al ritmo del viento, transportándote a un universo donde los correos electrónicos han sido sustituidos por largas siestas. La calma hace que sea casi imposible percibir que las paredes de esta masía han vivido en primera persona algunos momentos clave de nuestra historia.

La casa existe desde el siglo XIV, cuando aparece documentada como una granja con el nombre de Can Ferrer. En el siglo XIX, cambia de manos. El alcalde de Sarrià, Ramon Miralles, la compró para que fuera su casa de veraneo y la bautizó con el nombre de su esposa: Joana. Fue Miralles quien invitó a Jacint Verdaguer a instalarse en una habitación de Vil·la Joana, cuando el escritor ya estaba muy enfermo y los médicos le habían recomendado aire de montaña.

En una habitación tranquila con vistas al bosque, el poeta de la Renaixença se quedó tres semanas, solamente, hasta que le llegó la muerte. Ahora, la habitación donde murió Verdaguer forma parte de la casa MUHBA Vil·la Joana, un pequeño museo dedicado a la historia de la finca, pero también al catalán como lengua literaria y a la figura de Mossèn Cinto. La estancia conserva los muebles intactos –lecho de muerte incluido– y, a través de fotografías, podemos ver cómo estaba distribuida la casa durante la estancia de Verdaguer y cómo los médicos se reunían en la habitación contigua para debatir sobre su salud.

Pero empecemos por fuera. Entre los árboles se adivina una gran casa señorial y, al acercarte, puedes distinguir el cuerpo central, coronado por una torre mirador, y las dos alas laterales. La casa está rodeada por galerías porticadas y grandes ventanales que permiten tener vistas de toda la sierra: se ven las casas cercanas, la torre de Collserola e incluso se atisba Montserrat en el horizonte. En lo alto de la fachada principal hay un reloj con azulejos donde se lee: “Quina Juana”.

Hacia los años veinte, la finca volvió a cambiar de propietario y se convirtió en una escuela en manos del Ayuntamiento. No era una escuela cualquiera, sino un centro de educación especial dedicado a niños con necesidades especiales impulsado por el pedagogo Manuel Ainaud, de ideas racionalistas inspiradas en Montessori. Los niños y niñas con ceguera, sordera y otras discapacidades podían aprender a leer y escribir, pero también hacían música, jardinería y otras actividades al aire libre pensadas para poder integrarlos en la sociedad. De la escuela, aún se conserva el piano, la antigua cocina, algunos pupitres, materiales educativos de los niños y artefactos interesantes como, por ejemplo, una máquina de escribir en braille.

Casa señorial, escuela especial… y residencia literaria
Ahora, algunas de las salas de la segunda planta de la casa acogen escritores y escritoras de todo el mundo que vienen a la Vil·la Joana a escribir. En 2022, el Ayuntamiento de Barcelona inauguró la nueva Residencia Internacional de Escritura en esta casa de Collserola y, desde entonces, han pasado por allí autores de todo tipo para trabajar en proyectos literarios vinculados, de alguna forma, a la ciudad de Barcelona. Pero la residencia literaria no solo acoge autores, sino que funciona como una red entre Barcelona y otras ciudades de la red literaria de la Unesco, como parte del programa “Barcelona Ciudad de la Literatura”, que busca favorecer la movilidad de escritores e impulsar la creación literaria de nuestra ciudad.