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Eric Rohmer cumple 100 años: el cine de un mito de la Nouvelle Vague

Escrito por
Àlex Montoya
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Hay pocas réplicas tan aplaudidas: "Vi una película de Rohmer y era como estar mirando crecer una planta". Lo decía el bigotudo detective que interpretaba Gene Hackman en 'La noche se mueve' (1975). Una frase que algunos confundieron con desprecio cuando escondía una profunda admiración de su director, Arthur Penn, hacia el cineasta francés. Una broma privada convertida en cita habitual cuando se escribe sobre Éric Rohmer (1920-2010). La opinión del personaje de Hackman dice poco en su favor: el cine de Rohmer es contemplativo, sí, y pone el foco en la palabra, también. A menudo con planos fijos, porque él creía en la invisibilidad de la cámara, y con algunos hombres y mujeres hablando sobre la fugacidad del amor, sobre infidelidades y relaciones.

Nacido el 4 de abril de 1920, Jean-Marie Maurice Schérer cambió su nombre por el que conocemos, inspirándose en otro director, Erich von Stroheim, y en el autor de las novelitas de Fu Manchú, Sax Rohmer. Lo hizo en su época de reportero y crítico de cine: él dirigió aquella redacción de la revista 'Cahiers du cinéma' donde colaboraban los Truffaut, Chabrol, Rivette y Godard. Con estos dos últimos había fundado, años antes, otra publicación, 'Gazette du cinéma'. Fue, por tanto, uno de los grandes referentes de la Nouvelle Vague, el más clásico o menos moderno de todos aquellos enfants terribles: "No éramos críticos con ganas de dirigir; éramos directores que empezamos haciendo crítica ", explicaba, recordando aquella hornada de talento.

Los personajes de Rohmer hablan, se miran, pasean (el paisaje, urbano o natural, es fundamental en su imaginario), mienten, desean y dudan, muchísimo. A veces se tocan, y follan. Todo un tratado sobre la condición humana, su cine se identifica casi siempre con un romanticismo muy particular. Puede jugar con la ligereza o la trivialidad para ser profundo; puede reflexionar y hacer reflexionar.

Eric Rohmer en el rodatge de 'Pauline en la playa'

Foto: Eric Rohmer

  

Los ciclos de Rohmer

Hiperactivo como creador, no sólo haciendo ficción (también rodó documentales escolares, literarios...) y escritor de sus propias películas ( "me gusta trabajar solo", afirmaba), lo hizo casi siempre desde la cotidianidad, sobre todo en los tres grandes ciclos que estructuran su filmografía, los Cuentos morales ('La panadera de Monceau', 'La carrera de Suzanne', 'La coleccionista', 'Mi noche con Maud', 'La rodilla de Clara' y 'El amor después del mediodía'), las Comedias y proverbios ('La mujer del aviador', 'La buena boda', 'Pauline en la playa', 'Las noches de la luna llena', 'El rayo verde' y 'El amigo de mi amiga') y los Cuentos de las Cuatro Estaciones (Cuento de primavera, Cuento de invierno', 'Cuento de verano' y 'Cuento de otoño'). Pero también en films como 'Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle' o 'Las rendez-vous de París'.

Y miró a la Historia con cierto pesimismo (en 'La Marquesa de O', 'Perceval le Gallois', 'La inglesa y el duque' o 'Triple agente'). Premiado en los cuatro grandes festivales (Cannes, Venecia, San Sebastián y Berlín), aplaudido y respetado, Rohmer murió a los 89 años, el 11 de enero de 2010. Este año, celebramos su centenario y los diez años de su muerte: si el coronavirus lo permite, la Filmoteca le dedica un ciclo (inicialmente programado hasta el 17 de abril) y el BCN Film Fest (19-26 de junio) recuperará ocho de sus trabajos más conocidos. Pero mientras estemos confinados en casa, en Filmin encontraréis un buen número de sus pelis. No hay excusa para no comprobar que Gene Hackman tenía muy poca paciencia.

 

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