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Josep Maria Miró escribe y dirige 'El monstre', una obra oscura sobre las fuentes y la subjetividad de la maldad

Protagonizada por Albert Prat, Àurea Márquez y Joan Negriè, puede verse en la Sala Beckett hasta el 27 de julio

Andreu Gomila
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Andreu Gomila
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El monstre
Foto: Albert Rue / Sala Beckett | El monstre
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Hay muchos hilos que conectan El monstre con El cos més bonic que s’haurà trobat mai en aquest lloc, posiblemente la obra de la última etapa de Josep Maria Miró que más éxitos le ha dado. En la pieza que estrenó Pere Arquillué, teníamos el relato de un crimen en un pueblo aislado, cerrado. Había una carretera secundaria, disputas locales no resueltas y un enigma. Aquí, en El monstre, tenemos una localidad similar y otra vía poco transitada, pero en lugar de escribir un monólogo, el dramaturgo ha concebido un montaje, que también dirige, para tres actores. Uno es Santi (Albert Prat) y la otra es Berta (Àurea Márquez), una pareja irregular. En medio está, precisamente, el monstre (Joan Negrié).

Pero en el teatro de Miró nada es tan sencillo. De entrada, la escritura es rica y milimétrica. Juega intensamente con el simbolismo, quizá más que nunca, y con el género, porque El monstre bien podría ser una obra de terror psicológico, que el director acentúa con la banda sonora y una iluminación en claroscuro. Todo hace que permanezcas clavado en la butaca, expectante, siguiendo al detalle las intervenciones de los intérpretes.

El monstre
Foto: Albert Rue / Sala BeckettEl monstre

Y si digo que apuesta fuerte por el simbolismo es porque, para empezar, quien nos da entrada a la función es un animal, un zorro disfrazado de perro. La bestia, que tiene el cuerpo y la voz de Negrié, nos sitúa, nos dice quiénes son Santi y Berta, y Adrià, el hijo de ella, que no veremos, pero que estará presente. La historia de ambos es pesada y está llena de mentiras y cosas nunca explicadas: ¿quién es el padre de Adrià? ¿Cómo desapareció la madre de Santi? ¿Qué pasaba con las mujeres de la fábrica que elegían como la más guapa del año? ¿Qué le ocurrió a Berta cuando le llegó el turno?

Poco a poco, Miró va desenredando la madeja. No tiene prisa. Porque una cosa lleva a la otra y hay un hombre que debe aparecer: el monstruo. Lo hará pronto. Tanto Berta como Santi lo conocen bien, aunque, desde el incidente que provocó su huida del pueblo, no lo han vuelto a ver.

Tres intérpretes extraordinarios

Márquez, Negrié y Prat, bajo la batuta de Miró, demuestran ser tres intérpretes extraordinarios. Se han apropiado de un texto complejo que requiere una concentración altísima, que a menudo borra las fronteras entre la vigilia y el sueño, en una especie de fantasmagoría iridiscente. Tienen que colocar las piezas una a una, lidiar con las segundas lecturas y atrapar al espectador casi solo con la voz. Y vaya si lo consiguen.

Miró ha decidido seguir una cierta vía angloirlandesa. Esta pieza se acerca mucho al primer Martin McDonagh, el de La reina de la belleza de Leenane, pasada por el tamiz de alguien que ha leído mucho a Josep Maria Benet i Jornet. Y eso significa un altísimo grado de violencia soterrada, el cuestionamiento perpetuo sobre la presunta bondad de las personas y la certeza de que todo el mundo oculta algo. El resultado es una obra en la que acabaremos preguntándonos quién es de verdad El monstre. Porque quizá está dentro de todos y cada uno de nosotros.

Sala Beckett. Hasta el 27 de julio. 11-22 €.

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