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El estado de degradación de la grada —perdonad la aliteración, era demasiado evidente y tentadora como para no hacerla— que hay en la esquina Mar-Besòs del parque de los Jardines de Josep Trueta llama la atención del viandante (yo llevaba una década viéndola, pero de verdad me picó la curiosidad al salir de comer del Atipical Casa de Menjars). Por la proximidad con la escuela pública Les Acàcies, uno podría pensar que esas gradas, precintadas por el Ayuntamiento, están pensadas para ver espectáculos de fin de curso o vete tú a saber. Pues no. La historia entronca directamente con el pasado popular y asociativo del Poblenou.
Basta con mirar la placa conmemorativa que hay frente a la estructura. Estamos ante un fragmento de la primera piscina municipal cubierta que tuvo Barcelona, y que ocupó este espacio desde 1960 hasta 1989. Pero la historia viene de mucho más atrás. Desde 1924, el Club Natació Poblenou tenía su sede en la playa de la Mar Bella, donde, además de natación, se practicaba vela en patín.
La contaminación del agua causada por la aparición de la industria en esa zona hizo que los socios desearan un traslado, que se volvió forzoso cuando un temporal destruyó las instalaciones y obligó a su derribo. No fue hasta 1960 que se inauguró en esta plaza —entonces llamada plaza Lope de Vega— la que fue la primera piscina cubierta municipal de Barcelona. (Esos casi treinta años de espera dicen mucho sobre la consideración que el franquismo tenía por el asociacionismo popular.) El nuevo equipamiento constaba de una piscina olímpica, un trampolín de saltos y un polideportivo donde se practicaba fútbol sala, hockey sobre patines, baloncesto y balonmano.
El espacio inauguró una época dorada para el club, con una cantera de deportistas internacionales y olímpicos en natación, waterpolo y rugby. Y, como explica el muy recomendable blog Barcelofília, incluso cantó allí Gigliola Cinquetti en su película del año 1966. El equipamiento se derribó a finales de los años ochenta, y desde 1990 el Club Natació Poblenou tiene su sede en Can Felipa y en el Complex Esportiu de la Mar Bella.
Como recuerdo quedó esta grada, hoy precintada, donde duermen personas sin hogar y que se cae a pedazos. La grada y sus alrededores necesitan una intervención pública: la maleza que crece en la base se ha convertido en un pipicán espontáneo de esos en los que, cuando pisas con calzado abierto, te invade una desagradable mezcla de humedades y olores que sube desde la punta de los pies hasta la nariz.
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