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Sala Rocksound
Foto: Carla Tramullas Sala Rocksound © Carla Tramullas

La sala Rocksound cerrará el próximo 4 de octubre

La ejecución del plan urbanístico del 22@ acaba con la sala de referencia roquera de Barcelona

Ricard Martín
Escrito por
Ricard Martín
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No por esperada deja de ser menos triste, esta noticia: la sala Rocksound (Almogàvers, 116) cerrará definitivamente el próximo 4 de octubre, con un concierto de los Mambo Jambo en sesión vermut.

Antonio Celeiro –uno de los socios y alma de la sala – explica el porqué: "El edifico está afectado por el Plan Urbanístico del 22@, y cuando entramos nos dijeron que iría al suelo en un máximo de tres años. Eso fue el seis de junio del 2008". Han resistido doce años. Tiempo suficiente para que la sala se haya convertido en un –nada pequeño– fenómeno a nivel local e internacional.

Dibujando una curva ascendiente, la sala ha funcionado de dinamo aglutinadora de la escena roquera local y española, pero también convertida en un inesperado referente al otro lado del Atlántico: esa cálida sala de Barcelona en la que, por efecto del boca-oreja entre músicos y mánagers, ha desfilado lo mejor del country-rock contemporáneo: Eileen Jewel, Johnny Kaplan, Malcolm Holcombe o Daniel Romano, entre otros, han actuado en sus tablas a palmo y medio del suelo, delante de setenta personas como mucho. Incluso leyendas menores como el veterano Steve Forbert. Canela fina a precio de bocata y dos cervezas en el garage de tu casa (pero con buen sonido), como quien dice. ¿Cómo narices lo han hecho? "Si esto lo hubiera pillado un promotor con ganas de ganar dinero o cubrir gastos, sería imposible. Eso solo lo pueden hacer cuatro locos, que tienen la sala, y rascan de la taquilla y las bebidas", es la respuesta de Celeiro. Los números son brutales: casi 3000 conciertos en 12 años, a razón de 250 por año.

Después de que la piqueta de Metrovacesa derribe la entrañable –y destartalada– esquina, no sabe qué la sustituirá: "¿Un hotel? ¿Equipamentos para los vecinos? No tengo ni idea. Ya sabía que acabaría ocurriendo, pero no por eso el sabor es menos amargo", reflexiona, desbordado ante el aluvión de "miles de mails y mensajes de apoyo en las redes sociales". Algo explicable por la comunidad que ha creado la Rocksound:"Un lugar en el que en estos años se han creado parejas, grupos de amigos y familias, hay gente que me cuenta que se ha casado por conocerse aquí".

Foto: Vlack en la sala Rocksound
Foto: Vlack en la sala Rocksound Foto: Rocksound

Si por algo tiene que ser recordada Rocksound es por contravenir el tópico de la uniformidad roquera: la variedad de la programación ha sido la marca de la casa. Folk norteamericano, stoner, doom, rockabilly, blues, psicodelia, hardcore... "Bueno, se llama Rocksound y me gustan todos los palos", resume. Celeiro y compañía seguirán programando en salas cercanas y no descarta la obertura de una nueva Rocksound. Pero no ahora: "Me encantaría volver, pero las circunstancias no dan".

Sabemos que no hay duros a cuatro pesetas: ninguna programación musical, por exquisita que sea, podrá parar la ejecución de las inversiones inmobiliarias y los planes urbanísticos. Pero sorprende –e indigna– la indiferencia con la que ha dejado caer el Ayuntamiento –que se dice valedor de la música en vivo y la cultura– uno de los valores añadidos más grandes y singulares del Poblenou de sus amores: una sala que era (es aún) puro tejido ciudadano, rock and roll de altura, buena música, cultura de la buena a precios populares y no fastidia a ningún vecino. Quizás si hubiera sido una sala de teatro alternativo, rumba y tango electrónico, el Ayuntamiento le habría hecho más caso. 

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