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¿Qué son los clavos de metal que hay en el suelo de Barcelona?

Verificat nos explica qué hay detrás de este misterio

Núria Méndez
Escrito por
Verificat
Traducido por
Núria Méndez
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El suelo de una ciudad puede decirnos muchas cosas. Y el de la ciudad de Barcelona, también. Desde las marcas que indican la ruta modernista de la ciudad a grafitis y pintadas que te sacan una sonrisa esperando al paso de cebra para cruzar. A los más atentos o a los que caminan mirando al suelo seguro que les suenan unos clavos de metal, una especie de botones que pueden verse en diferentes puntos de la ciudad. Técnicamente llamados vértices geodésicos, que a priori pueden pasar desapercibidos, han sido esenciales para crear el mapa de la ciudad y son imprescindibles para construir un edificio, entre otras funcionalidades. Pero, ¿qué significado tienen y cuándo se utilizan?

Los vértices geodésicos son referencias que utilizan los topógrafos, los expertos en analizar los terrenos, para conocer la localización exacta de un punto concreto, explica a Verificat Joel Grau Bellet, jefe de la unidad de geodesia del Instituto Cartográfico y Geodésico de Cataluña (ICGC), el organismo encargado de extender estos puntos por el territorio catalán. Es decir, cuando vemos un clavo de estos en el suelo significa que en ese lugar se ha tomado una medida muy exacta de la latitud, la longitud y la altura a la que se encuentra, según detalla el Instituto Geográfico Nacional.

¿Y para qué sirve esto? Para entenderlo, Grau lo explica así: "Si hacemos una cartografía de base donde dibujamos las aceras y las calles y después viene la empresa que pone la fibra óptica, después la empresa que pone la alcantarilla y después el despacho de arquitectura que pone las casas, al final debemos buscar todos una referencia común que nos permita que toda esta información se pueda integrar y sea coherente. Pues que el alcantarillado pase por la calle, la fibra por la acera y la casa quede de la acera hacia dentro". Aquí es cuando entran en juego la geodesia, que estudia la forma y las dimensiones de la tierra, y la topografía, que es la técnica que sirve para representar gráficamente un sitio sobre un papel.

"La red geodésica es como si fuera un esqueleto humano", describe el geógrafo y catedrático de la Universidad de Barcelona Francesc Nadal a Verificat, ya que sobre esta se proyectan los diferentes elementos de la ciudad. La "red" es el nombre que recibe el conjunto de puntos o vértices geodésicos y pueden existir diferentes en función del organismo encargado de desplegarlas.

​​Más de 1.000 vértices geodésicos en la ciudad

El ICGC, que depende del Departamento de la Vicepresidencia y de Políticas Digitales y Territorio de la Generalitat, es la entidad encargada de crear y gestionar los aproximadamente 4.500 vértices que hay por todo el territorio de Cataluña, según explica Grau a Verificat. Pero más allá de esto, cada ayuntamiento o entidad local, por ejemplo, puede crear sus propios vértices para densificar la red en función de sus necesidades. Por ejemplo, "Barcelona necesita una cartografía muy detallada y una red geodésica de mucha densidad, pero otro municipio quizás no", distingue el jefe de geodesia del ICGC.

Por tanto, no es extraño encontrarse con alguno de los 1.000 clavos que, según el Geoportal del Ayuntamiento de Barcelona, hay por toda la ciudad. Por su parte, el Área Metropolitana de Barcelona también ha desplegado 119 vértices como indica su página web.

Google Maps no es tan preciso

Aunque normalmente quien se encarga de calcular estas medidas tan precisas y marcar los vértices son las administraciones públicas, las entidades privadas también pueden desplegar sus propias redes si necesitan saber las medidas concretas en un territorio donde no existen vértices geodésicos ya establecidos. Esto ocurrió en el caso de la construcción del AVE, como explica Joel Grau en conversación con Verificat. "Lo que ocurre es que estos vértices [de entidades privadas] a menudo acaban desapareciendo" cuando ya se ha acabado la obra, a diferencia de lo que sucede con los vértices marcados por las entidades públicas, apunta el jefe de geodesia del ICGC.

Sin embargo, aunque la mayoría de estos puntos estén marcados en el suelo, también pueden estar situados en edificios con unas placas, como en la Estación de Francia o la Universidad de Barcelona, según explica el geógrafo de la UB Francesc Nadal. El significado es el mismo: en ese punto se ha tomado una medida muy precisa.

Para que nos hagamos una idea, el GPS de Google Maps sabe la ubicación que tenemos en un ratio de 20 metros y los vértices geodésicos están calculados "con una precisión de 3-4 centímetros", afirma Joel Grau. Sin embargo, el geodesista también recuerda que la Tierra está en movimiento y se deforma, y por eso hay vértices, sobre todo los más antiguos o los que están expuestos a más deformación, que deben revisarse de vez en cuando y recalcular las coordenadas.

Los clavos que vemos en el suelo están hechos de acero inoxidable u otros materiales resistentes y tienen el signo de la entidad que los ha colocado, en el caso de Barcelona, el ayuntamiento, el ICGC o el Área Metropolitana de Barcelona. Como detalla el consistorio en un documento enlazado a su página web, estos clavos tienen hasta 7,5 cm de profundidad y se enganchan con resina epoxi, una sustancia muy resistente, como también explica el jefe de geodesia del ICGC. La tecnología más reciente también permite que dentro de estos clavos haya un pequeño "sensor pasivo", como un chip, que dé información sobre el punto (coordenadas, una fotografía, etc.) cuando se acerca un dispositivo móvil, comenta Joel Grau, pero esta innovación todavía no ha llegado a las calles de Barcelona.

Unos triángulos imaginarios que ordenan la ciudad

Calcular un vértice geodésico hoy en día es relativamente sencillo, pero el primer mapa exacto en España lo creó en 1858 el coronel Ibáñez Ibero, que calculó el primer vértice geodésico en Madrilejos (en Castilla-La Mancha). A partir de ahí, a través de un sistema matemático de triangulación se ha podido calcular otros puntos exactos que finalmente han acabado conformando el mapa topográfico nacional (es una de las aplicaciones prácticas de la famosa trigonometría que todo el mundo estudia en el instituto ). "Si sabemos las medidas de dos ángulos y un lado del triángulo podemos saber cuánto miden los otros dos lados y el vértice que nos falta", explica Joel Grau Bellet. Así se calculaban las medidas exactas de los clavos que vemos en el suelo.

Sin embargo, la técnica para realizar los cálculos ha cambiado desde que se tomó la primera medida. Joel Grau explica que en un principio, el topógrafo iba a un punto concreto con un teodolito (aparato que mide ángulos) y desde allí observaba y medía con unos prismáticos otro vértice que estaba a cierta distancia y que, en algunos casos, se podía incluso marcar con una banderola. Las medidas angulares entre muchos vértices y alguna distancia entre estos puntos, permitían al topógrafo determinar las coordenadas de toda la red y, por tanto, las de los vértices que había observado.

Actualmente, "aunque esta no está ni mucho menos obsoleta, esta triangulación también la hacemos con observaciones que vienen de satélites", explica el jefe de geodesia del ICGC. "Colocamos una antena en un vértice y observamos los satélites que vemos en el cielo y como sabemos las coordenadas de los satélites podemos determinar las coordenadas del punto en el que nos encontramos", añade. Estos cálculos se pueden realizar hoy en día con los sistemas globales de navegación por satélite (GNSS por sus siglas en inglés), el sistema general que incluye, por ejemplo, el GPS (el sistema de navegación por satélite de Estados Unidos), entre otros.

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