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The Cult,  Razzmatazz, 2023
Foto: Ricard Martín The Cult, Razzmatazz, 2023

The Cult vencen pero no convencen en Barcelona

La banda de Ian Astbury y Billy Duffy ofreció un concierto rotundo pero breve

Ricard Martín
Escrito por
Ricard Martín
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Permitidme que utilice la sentencia de Unamuno para resumir la actuación de The Cult en la sala Razzmatazz: el mito del rock británico no visitaba Barcelona desde el año 2012, y había muchas ganas. Vencieron porque Razzmatazz estaba llena hasta los topes. Y el grupo encabezado por Ian Astbury y Billy Duffy –icónico binomio de vocalista mesiánico y musculoso guitarrista 'riffeante'– ofreció una actuación rotunda e intensa, llena de himnos y con un sonido excelente.

El grupo se presentó con una alineación de lujo, apoyado por el bajista Charlie Jones –bajista con Grammy que ha tocado y compuesto para muchas glorias del rock UK, de Siouxsie Sioux a Page-Plant–, el batería John Tempesta y el teclista Mike Mangan. Con teclado en lugar de segunda guitarra, la banda abundó en los tres álbumes que han marcado su trayectoria: 'Love' (1985), 'Electric' (1987) y 'Sonic Temple' (1989), con breves citas al nuevo 'Under The Midnight Sun' (2022). 

Ian Astbury, misticismo chandalista
Foto: Ricard MartínIan Astbury, misticismo chandalista

Siguen siendo un espectáculo: los elegantes bailes de Ian Astbury –entre el misticismo de un Ian Curtis chandalista y el pavoneo de divo rock– contrastaron con la pose rocosa de Billy Duffy, todo el concierto emulando la portada de 'Sonic Temple' y repartiendo estopa entre el power chord de molinillo y esos arpegios que juntan el rock duro clásico y la oscuridad post-punk como solo ellos lo han conseguido

Hicieron un resumen de los principales aspectos de su personalidad: desde el boogie-rock motero que los convirtió en los hijos putativos de lo mejor de Bon Scott ("Love Removal Machine", "Wild Flower", "Peace Dog") al rock duro épico que los situó a la par de Guns'n'Roses, como por ejemplo una triunfal "Sun King" que abrió la noche. Y Astbury presumió de una voz poderosa y negra, con fraseos llenos de 'groove', que lo sitúan en la tradición de los 'shouters' blancos llenos de soul. 

Y claro, también tocaron la oscuridad rayana en el blues que los aupó como sensación del rock indie británico a mitad de los ochenta; "She sells sanctuary" sonó a himno intergeneracional (sí, había una presencia de gente joven nada despreciable). Astbury y Duffy se ignoraron (¿calculadamente?) hasta los bises, momento del colegueo espalda con espalda de toda la vida. Ni una balada, por cierto. 

No convencieron porque el concierto fue sucinto: una hora y quince minutos justos. ¿Lo breve dos veces bueno? No siempre, sobre todo si has apoquinado 46 euros y, como comentaba un asistente con humor agridulce, "cuando pongo una lavadora, dura más que un bolo de The Cult". La despedida festival del humor, con loas de Astbury a "José Guardiola" –el entrenador, no el 'crooner'– y banderas del Barça, bien podría haberse dedicado a un par más de temazos nutritivos, que los tienen a capazos. 

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