[title]
Muchos de nosotros sentimos que una pequeña parte de cada ciudad que visitamos se queda con nosotros cuando regresamos a casa, pero los turistas en Brujas parecen haberse tomado esta idea demasiado al pie de la letra.
El concejal Franky Demon ha pedido a los turistas que visitan la ciudad belga que dejen de recoger piedras de las calles para llevárselas como recuerdo. Demon también ha remarcado que este acto demuestra una gran falta de respeto hacia la ciudad.
Al fin y al cabo, el casco antiguo de Brujas es Patrimonio Mundial de la Unesco, pero lugares emblemáticos como el Vismarkt, el Minnewater, el Palacio Mayor y el Museo Gruuthuse están, al parecer, perdiendo entre 50 y 70 piedras al mes.
Aunque esta cifra pueda parecer poco alarmante, hay dos razones por las que representa un grave problema. La primera es el simple hecho de que perjudica el patrimonio de la ciudad: “No pedimos nada más que respeto. Caminar por Brujas significa pisar siglos de historia”, ha dicho el concejal, según The Brussels Times. “Por favor, dejad estas piedras en los lugares a los que pertenecen”, ha dicho tajante.
Después, también está el problema del coste de la reparación. No solo los agujeros que dejan las piedras desaparecidas suponen un peligro para los peatones, sino que rellenarlos cuesta unos 200 euros por metro cuadrado.

Tened juicio, turistas
No es la primera vez que se reprende a los turistas por apropiarse de cosas que no les pertenecen. Las autoridades de Cerdeña han impuesto recientemente una multa de 3.000 euros a los visitantes que roban arena de las playas.
De hecho, en los últimos años, lugares populares de todo el mundo han anunciado normas para reprimir comportamientos irrespetuosos por parte de los visitantes. En Ámsterdam, por ejemplo, se lleva tiempo luchando contra el desorden; en Praga, hay normas sobre “vestimentas ridículas”, y en Kioto, a los turistas se les prohíbe visitar el famoso barrio de las geishas. En el Mediterráneo, se han tomado medidas contra el consumo de alcohol y la ropa inadecuada, como es el caso de Mallorca.
Aunque podríamos seguir, otras ciudades como Copenhague han impulsado un programa que recompensa el buen comportamiento de los turistas como solución a esta preocupante situación.