Casa Amàlia es un restaurante de toda la vida: un local abierto en 1950 justo enfrente del Mercado de la Concepció, con una carta clásica y sin complicaciones en la que prevalece el buen producto y la cocina de siempre. O eso era hasta que se le quedaron Jordi Castán y Sergi Suaña en 2020, un dúo con décadas de experiencia en el negocio de la restauración de altos vuelos y el producto de proximidad.
La carta se articula en aperitivos y dos apartados: uno de tradición y uno de transformación. En el primero, maravillas clásicas como rape a la brasa con velouté de pescado y amontillado de Montilla-Moriles con hinojo, o canelones de tres carnes con bechamel. En el segundo, barbaridades juguetonas como la 'panalena mallorquina', una berenjena a la brasa, con fino tocino y relleno de sobrasada y cubierta por una tempura de berenjena y un pedazo de miel de colmena en lo alto. Un artefacto gastronómico que evoca el placer de la sobrasada con miel y se deshace, cruje a placer y te dispara matices de lujuria en la boca. Los arroces también son de altos vuelos.
Se enorgullecen por poner el mejor producto en valor –en la carta referencian de qué parada del Mercado de la Concepción, que abastece al 50 % de la cocina, es cada producto de temporada– y escapan del hecho tópico: como por ejemplo, un bacalao a la muselina de estragón con pasas al ron que es una reinvención ligera, melosa y deliciosa de aquel cañonazo a la barriga que es el bacalao a la muselina de ajo. No solo la comida es exquisita: la sobria reforma le convierte en un lugar apto para la gente que considera el buen gusto la mejor forma de ser romántico.