Historia emotiva y bonita: los abuelos de Artur Martínez, chef Michelin en el Aürt, abrieron un bar en Terrassa en 1952, el Buen Gusto (uno de los nombres más repetidos en la historia de los bares). En 2002, Martínez convirtió el bar paterno en el Capritx, el que fue la estrella Michelin más pequeña de Europa, con apenas cuatro mesas y doce comensales (la ostentó de 2010 a 2017, aguantando quince años con tres fuegos, sin almacén, sin vestuario, sin lavavajillas...).
En marzo del 2020 (¡sí! Esa fecha!), el chef reabrió El Buen Gusto bajo la forma de una pequeña tasca de vinos, vermuts y tapas donde no se puede reservar y no hay más de seis platos a la carta (aunque a menudo aparecen fueras de carta muy sustanciosos). "Quería recuperar las tapas servidas por padres y abuelos antes del Capritx, con toda su autenticidad y sencillez, pero con mi sensibilidad y la de mi equipo", explica Martínez.
El poder de las pequeñas cosas: un vermut de la casa hecho en la casa, cañas bien tiradas a precio de bar (y no de 'gastrobar'), carta de vino pequeña y juguetona, y clásicos de barra, infalibles y sabrosos, que redescubrirás gracias a la mano del chef: bravas, capipota, ensaladilla rusa, croquetas, anchoas y quesos catalanes. Ideal para ir el fin de semana: y si no tiene sitio, pues te pegas un voltio, compras la comida en su nutrida rosticería, y te vuelves feliz para casa.
