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David Verdaguer
Foto: ©Maria DiasDavid Verdaguer

David Verdaguer: todas las vidas del gato

El actor es un todoterreno que ha hecho de todo en el mundo del teatro y del cine. Ahora es un contable de Barcelona que tiene un 'lío' en La Rioja con una mujer gallega en 'Un cop l'any'

Escrito por
Andreu Gomila
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Tiene 34 años y una treintena de obras en la espalda, pero la mayoría del público conoce David Verdaguer por los papeles de película que ha hecho en los últimos años, de '10.000 km' a 'Estiu 1993' -y ya les anunciamos que volverán a oír hablar cuando se estrene 'Tierra firme', el nuevo film de Carlos Marques-Marcet-. En el teatro, ha hecho de todo y ahora le toca ser el amante de Mar Ulldemolins en 'Un cop l'any', la comedia de Bernard Slade que dirige Ángel Llàcer en el Poliorama. Un papel, el de un contable de Barcelona, ​​que nos permitirá ver la versatilidad del actor, porque, entre otras cosas, cuando comienza la pieza tiene 22 años y, al terminar, unos 55. "No soy ni alto ni bajo , ni guapo ni feo, puedo hacer muchas cosas y puedo no hacer nada ", dispara.

"Podría haber hecho ocho pelis en un año. He podido elegir, pero tampoco creas que he elegido tanto. Y es cierto que no he estado en ningún súper producción: ¡me faltan abdominales! ", dice el actor. En teatro, sí que protagonizó 'Mucho ruido y pocas nueces', el Shakespeare más taquillero visto en el TNC en los últimos tiempos. Y no nos olvidemos de las obras que hizo como miembro de La Kompanyia del Libre, de 'Victoria de Enrique V' a 'El caballero de Olmedo'.

La historia de 'Un cop l'any' le recuerda su inseguridad vital y este espíritu camaleónico que arrastra. "Es una historia de amor en una relación de amantes, lo que parece imposible, pero cuando están juntos pueden ser ellos mismos", nos dice. Verdaguer destaca como los personajes se conocen a través de sus parejas. Josep y Pilar, de hecho, quedan siempre en el mismo paradero de La Rioja para follar y tienen un juego para romper el hielo: se cuentan algo bueno y algo malo de su cónyuge. Si le preguntamos a él, que es lo mejor y lo peor que tiene, nos dice que es poco organizado y estrábico, pero que a la vez es muy cariñoso.

Todo empieza en 1975 y termina en 2000. Los personajes pasarán por todo tipo de historias y los podremos ver de jóvenes y de mayores. Lo más difícil, para Verdaguer, ha sido ser un hombre de 55 años. "Hago esa cosa que hace Ian McKellen con las manos y bajola energía, intento pasar por todas las vocales", señala.

Por ahora, Verdaguer ha podido interpretar papeles mucho más interesantes en el cine. No se da por vencido, sin embargo. Será la cuarta vez que está bajo las órdenes de Llàcer y no esconde que le gustaría trabajar, por ejemplo, con Jordi Prat i Coll, director de quien admira su poética. O Julio Manrique, que le dio una mano a 'L'onzena plaga', en el Lliure hace dos años. ¿Tienes miedo de hacerte viejo?, le preguntamos. Dice que no, pero no le gusta la idea, aunque, como actor, teme cada vez más subir al escenario. "Tengo más conciencia de lo que hago, eso de ir adquiriendo más peso real en escena", admite. Aquí, en 'Un cop l'any', incluso le veremos llorar. Tiene más vidas que un gato.

Dos machos verdes fritos

Dos hombres, hartos de que la vida les trate mal y sobre todo el sexo contrario, deciden exponer sus sentimientos más íntimos en voz alta sin rodeos ni pudor. Una visión del desamor desde una óptica puramente machista en la que estos perdedores van enhebrando pensamientos mordaces en contra de todo, incluidos ellos mismos y su propia masculinidad. Un espectáculo que oscila entre el teatro, el vodevil, el recital musical y la comicidad más absurda y surrealista, acompañada de una filosofía nocturna sólo apta para unos pocos elegidos.

Molt soroll per no res

Es una buena comedia, muy bien defendida por David Verdaguer, Victòria Pagès, un divertido quinteto 'fool' inspirado en los hermanos Marx y su chica cómplice (Bernat Cot, Albert Mora, Oriol Burés, Enric Cambray y Clara Altarriba) y el villano de cómic interpretado por Albert Triola. Es un musical esforzado que rinde homenaje a la edad de oro de la MGM sin contar con el reparto adecuado para reproducir la fascinación de sus títulos cuando toca bailar o cantar. Es una parodia que no se atreve a romper el molde. Lo suyo hubiera sido –y guiños anticipatorios no faltan– que en el momento del final feliz de la boda de Hero y Claudio, Don Pedro hubiera cogido en volandas a Claudio y la pobre Hero se quedara muerta (otra vez), compuesta y sin novio.

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Victòria d'Enric V

Pau Carrió ha despullat el text de tot allò que pogués interferir en aquest fosc retaule que converteix la posteritat en una trista broma. Ha eliminat tots els homes i dones que no li serveixen per explicar la futilitat de la victòria. Compta amb l'estimable ajuda de les escenes protagonitzades per aquells personatges vulgars que exerceixen d'eco irònic dels grans discursos. Una realitat sense honor possible que abandona sense estridències el to còmic per integrar-se en la malenconia general. Un terreny dominat per la presència de David Verdaguer (Pistola), un actor de múltiples registres que es consolida en cada nou projecte. El mirall –finalment també derrotat per la vida– d'un rei que aquí té la creïble figura de Pol López. El dia que redueixi la seva fixació pel gest simètric –dos braços moguts per un mateix ressort emocional–, l'espectador es podrà concentrar més en les seves virtuts interpretatives.

Muy cuidadosos los intérpretes en la dicción y el movimiento. Excelente el espía escénico de Paco Azorín y la coreografía de la pelea con espada. Atmosférica iluminación de Pascual y Fernando Ayuste. Perfecta Rosa Maria Sardà como la celestina Fabia. Aunque el acento andaluz de Pol Lopez (eficacísimo Tello) hace que no la entendamos siempre, en general el texto del poeta español llega con claridad y naturalidad. En resumen, una función muy recomendable, sobre todo por los que piensen que un clásico como este tiene demasiado polvo encima.

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Litoral

El autor tiene muchas historias que contar y un imaginario desbordante y eso le pesa, a Litoral, que con una buena peinada mantendría mejor la indudable tensión dramática. Molins maneja bien los intérpretes que asumen una quincena de personajes en un espacio escénico muy adecuado, dúctil y funcional de Ricard Prat. Marc Rodríguez (Wilfrid) conduce el viaje y tiene suficiente fuerza para llevar con él. Lluís Marco (el muerto) muestra que tiene herramientas para cualquier papel. Brillante. Destacamos también Pepo Blasco, David Verdaguer y Xavier Ruano. Las dos actrices son la parte más débil de un conjunto de intérpretes entregados por transmitirnos el drama con toda intensidad y credibilidad. Al fin, una función de notable interés.

Litus
© Roser Blanch

Litus

'Litus' hace reír al principio, se pone seria después y en toda la obra respiran las emociones de un grupo de gente normal sacudido por la muerte prematura de su compañero. Tiene la espontaneidad de lo que es verdad y en este sentido hay ecos del mejor teatro naturalista argentino que nos ha visitado en los últimos años. Teatro sin artificios ni distracciones. Un diez para todos los intérpretes (Anna Alarcón, Borja Espinosa, Josep Sobrevals, Jacob Torres y David Verdaguer) y si debemos destacar alguien sería la expresividad emocional de Alarcón, la ex novia.

Estiu 1993
  • 5 de 5 estrellas
  • Cine

Siempre hay un momento en la infancia, decía Graham Greene, en el que una puerta se abre y deja entrar el futuro. Frida (excelente Laia Artigas) mira a través de la rendija y sólo ve una realidad que, de un día para otro, se ha dado la vuelta como un calcetín. Carla Simón sabe que, para entender a un niño, tenemos que percibir lo que le rodea a su altura, sobre todo si el momento que atraviesa es el de asumir la pérdida, la orfandad y la muerte como una certeza. El futuro es, pues, aprender a admitir lo que sientes, a superar el duelo con la ayuda de los demás. En fin, la madurez.Así pues, 'Verano 1993' sale victoriosa de construir esta mirada desubicada y sensible, que declina un cierto espíritu documental –es la infancia de la directora la que está en juego– en una película que nunca intenta ser complaciente con su heroína, que atiende a su descubrimiento del mundo vinculándolo con la cristalina transparencia de sus imágenes, que trabaja con sus actores con una delicadeza extraordinaria, y que consigue transmitir el misterio de ser niño –la sensación de extrañamiento, la crueldad inconsciente, el dolor disfrazado de capricho emocional– sin olvidarse de qué relación establece con los adultos y, sobre todo, sin caer en el sentimentalismo siendo profundamente conmovedora.

Requisitos para ser una persona normal
  • 4 de 5 estrellas
  • Cine
  • Comedia

En su radiante 'opera prima', la actriz Leticia Dolera hace una reinvención generacional fresca e irónica muy peculiar. Tiene un delicado encanto naif, y está repleta de referencias pop. La directora (y también intérprete) sabe sacar el alma más sensible a un montón de personajes que van como boyas en busca de su identidad. Estamos ante un obra luminosa y tierna, que revienta los moldes de la 'romcom' y perfila una narración juguetona y llena de inventiva, que se nutre de un imaginario femenino tan personal como extraño. De una lucidez sutil, que va mucho más allá de las posibles vinculaciones al modelo de cine indie americano (Miranda July al frente) al cual se podría vincular. Muy recomendable.

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No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas
  • Cine

No hay peligro más feo para una comedia romántica que hacerse patética a ojos del espectador. Nos lo enseñaron los maestros de la 'screwball comedy' -pongamos por caso Howard Hawks en 'La fiera de mi niña'-. Sin tono ni ritmo, sin gracia ni ninguna ocurrencia que salga del lugar común, la nueva película de María Ripoll es un bodevil de medio pelo, relleno de personajes estereotipados y plumas de loro que camufla con histeria y un sentido del ridículo declarado en huelga la poca originalidad del artefacto. Verónica Echegui no se cree el papel ni por un segundo, e intenta suplirlo con una hiperactividad que crispa los nervios. Y David Verdaguer procura salvar los muebles poniendo el piloto automático y escondiendo la vergüenza tras su frondoso bigote. Mientras tanto, el público se siente cada vez más incómodo en la butaca. Si el título ya os da mala espina, media vuelta y para casa.  

10.000 km
  • 4 de 5 estrellas
  • Cine
  • Romántica

He aquí una de las sorpresas más agradables de los últimos meses, una película inesperada y vivificante. Y no lo digo porque no esperamos nada, sino porque el conjunto ha terminado cogiendo una forma potente e intensa, infrecuente en el cine de aquí. No es un film perfecto, ni mucho menos. A menudo se le ven las costuras, y su material tampoco es que sea muy original. Pero esta es la gracia.Sin querer romper esquemas, el debutante Carlos Marques-Marcet ha conseguido un relato a la vez seco y emotivo, riguroso y libre, un retrato generacional y un melodrama moderno, allí donde el género se transforma para captar algo nuevo. La historia de estos dos jóvenes enamorados pero separados por motivos de trabajo, que sólo se podrán comunicar mediante la tecnología, habla del amor en el siglo XXI pero también de sentimientos y reacciones tan viejos como la humanidad. Y lo hace con una inusitada sabiduría cinematográfica.En efecto, no son necesarios más de dos actores y un par de decorados para que estas pocas imágenes se multipliquen vertiginosamente. Las pantallas de los ordenadores y los móviles son un sustituto del plano-contraplano, tal como lo son de la presencia física. Y no es que el amor se vaya apagando por culpa de las máquinas, sino que los mil y un espejo de ellos mismos los confunden, los hacen imaginar otras historias, confundir la realidad. Por eso '10.000 km' habla del enamoramiento y los proyectos, y de cómo todo va tomando forma de espejismo a lo largo del tiempo.

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