Cuando un director y dramaturgo tiene un nombre, una fama, por todo lo que le hemos visto con los suyos, con la compañía que lleva años dirigiendo, como Claudio Tolcachir, siempre esperas algo, incluso cuando se pone detrás de una propuesta tan poco genuina para un argentino como una obra de Miguel Delibes. Mejor dicho: deseas que lleve la función, al menos, a su terreno.
No es el caso de 'Las guerras de nuestros antepasados', la historia de un preso que habla con una especie de psicólogo. Pacífico (Carmelo Gómez) es un gran personaje, alguien a quien la historia personal y colectiva le ha pasado por encima, hasta el punto de no querer irse del centro penitenciario y asumir crímenes que no ha cometido. Enfrente tiene un entrevistador perspicaz (Miguel Hermoso) que lleva el relato hacia donde él quiere y que sabe tocar las teclas adecuadas.
Tolcachir lo podría haber contado sin tanta máscara
¿Cuál es el problema, entonces? Que ninguna de las ideas de Tolcachir es interesante. Ni hacer que Pacífico se comporte y hable como un campesino, ni esa escenografía que los actores van moviendo sin sentido. Hay poco Tolcachir aquí. Y mucho teatro antiguo, de aquellos de construcción del personaje y toda la pesca. Gómez y Hermoso juegan sus cartas y lo hacen muy bien en estos parámetros.
Lo salva todo un poco un texto de Delibes que nos resuena contemporáneo, porque Pacífico carga sobre sus hombros las maldades bélicas de sus ancestros y es incapaz de salir adelante porque las asume como “normales”. Tolcachir lo podría haber contado sin tanta máscara y hasta nos podríamos haber acercado un poco.
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