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Le congrès ne marche pas

  • Teatro
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
  1. Le congrès ne marche pas, La Calòrica
    © Sílvia PochLe congrès ne marche pas, La Calòrica
  2. Le congrès ne marche pas, La Calòrica
    © Sílvia PochLe congrès ne marche pas, La Calòrica
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Time Out dice

4 de 5 estrellas

La Calòrica levanta una farsa magnífica sobre el Congreso de Viena de 1814 que llega hasta nuestros días con una potencia devastadora

La Calòrica no tiene techo. En cada nuevo espectáculo suben un escalón. Apuntan muy alto. Y, como aquellos atletas que se ponen piedras en la mochila para correr más, han decidido levantar un espectáculo de hora y media en francés, con pinceladas de ruso, inglés y alemán (con subtítulos en catalán). Tiene su lógica: hablan del Congreso de Viena de 1814, donde, tras la primera derrota de Napoleón, las potencias europeas se reunieron para repartirse el continente y entonces la lengua franca era el francés. El único que no lo sabe hablar, ejem, es el embajador español, al que, obviamente, despachan pronto para que haga un inútil censo de los ríos navegables.

La obra, por encima de todo, habla del liberalismo y de la aparente inmutabilidad de las cosas

Si se dedicaran a las trilogías, 'Le congrès ne marche pas' podría ser la tercera parte de una especie de compendio sobre el origen del mundo de hoy, puesto en marcha con la versión de Aristófanes de 'Els ocells' (la democracia, 2019), continuado con 'De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda' (el cambio climático, 2021) y rematado con la obra actual, que, por encima de todo, habla del liberalismo y de la aparente inmutabilidad de las cosas. Porque los asistentes al cónclave de Viena, 25 años después de la Revolución Francesa y del paso por la guillotina de Luis XVI, todavía creían que el mundo no había cambiado, todavía creían que estaban allí por la gracia de Dios, y que el pueblo tenía que aguantar sus excesos.

Joan Yago ha escrito un texto marca de la casa, lleno de ironía, giros brillantes y un final que te deja aturdido. Porque no todo acaba en Viena, sino que conecta con esa primera Unión Europea con el discurso de Margaret Thatcher (extraordinaria Roser Batalla) por la moción de confianza que ganó en 1990, durante la cual, como los de sangre azul de casi dos siglos atrás, desafiaba a los parlamentarios a que le dijeran si había alternativa a su política neoliberal y draconiana...

Lo mejor de La Calòrica es la manera en la que miran el mundo

Israel Solà dirige, a la vez, con un gran sentido de lo que es el teatro contemporáneo de hoy, con pocas concesiones, como alguien que no quiere quedarse con las anécdotas. El ritmo es bueno, sabe qué música pinchar y dónde debe poner los acentos. Además, hace que todo el mundo vaya a la vez. Con los suyos (Júlia Truyol, Esther López, Marc Rius, Aitor Galisteo-Rocher, Xavier Francés) lo tiene fácil. Pero si hace dos años en el TNC añadía a Mònica López a la compañía, ahora cuenta con Batalla, Tamara Ndong, Joan Esteve y Carles Roig. Y parece que haga una década que forman parte de la compañía. Hacen reír aunque no quieran.

'Le congrès ne marche pas, sin embargo, no hace ninguna gracia. Somos fruto de todo aquello, en el umbral del cataclismo. Lo mejor de La Calórica, desde el 'Editto bulgaro' y 'La nau dels bojos', es la manera en la que miran el mundo. Son siempre serios en el fondo y traviesos en las formas. Y han aprendido a utilizar la farsa de forma magistral.

Andreu Gomila
Escrito por
Andreu Gomila

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Precio
11-32 € (Entradas agotadas)
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