El chef Pedro Gallego ha hecho de la sencillez una virtud y del recetario tradicional un feliz redescubrimiento. Y aquí, los torreznos están tan buenos que incluso “han desbancado a sus croquetas”. Ellos revelan algunas claves para el éxito de este bocado. "Para que pillen ese punto jugoso y crujiente los hacemos en un proceso de tres partes: primero, se dejan a baja temperatura durante toda la noche a 75°; luego, la piel se orea para que sufle a la hora de marcarlo y se termina con la fritura para que adquiera ese punto crocante. Se cortan en ocho piezas y se acompañan de patatas meneás (las revolconas de Salamanca) y de un majado de pimentón, chalotas, cebollino, AOVE y limón para darle ese contrapunto”, explica Gallego.
Crujientes por fuera y melosos por dentro. Uno no va en busca de torreznos, son ellos los que le encuentran a uno porque cuando están bien hechos el cuerpo los pide a gritos o aparecen de la nada encima de la barra. Y vivimos una época donde este manjar carnívoro vive su época dorada. Ya no es una tapa de balde para pasar el trago sino un plato que muchos bares y restaurantes miman en clave tradicional o actualizada.
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