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10 edificios de arquitectura singular del patrimonio de Barcelona

Los edificios famosos de Barcelona que han marcado tendencia entre los arquitectos de todo el mundo

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Barcelona ofrece una actividad incesante y también es un escaparate arquitectónico inacabable, lleno de arte. Toda la ciudad, desde la esquina más insignificante, dibuja un mapa de 2.000 años de problemas y soluciones. La historia de Barcelona se lee en cada baldosa: del modernismo de la burguesía opulenta hasta las barracas del Carmel, de los nichos donde se adocenaba la clase trabajadora hasta las grandes infraestructuras faraónicas. Porque, contra la voracidad del ladrillo por el ladrillo y la tendencia, tan catalana, de tapar los problemas con hormigón, en Barcelona siempre ha habido movimiento a contracorriente, como el GATCPAC, arquitectos preocupados por abrir horizontes, para repensar la ciudad y reformarla desde un urbanismo integrador. Hemos querido fijarnos en pequeños edificios donde se han hecho grandes revoluciones. Y para hacerlo, hemos hablado con arquitectos (Carles Enrich, David Bravo y el colectivo MAIO) que han seleccionado diez intervenciones inteligentes que han hecho de la ciudad un lugar mejor.

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1. Dispensario antituberculoso (Josep Lluís Sert, 1934-1938)

La densidad del distrito V –el Barrio Chino, vaya– siempre ha sido un dolor de cabeza por los que mandan, que ven en las calles estrechas y la oscuridad un nido de problemas. Por eso tramaron el eje cultural que atraviesa el Raval para esponjarlo, desde la plaza dels Àngels hasta su Rambla y la Filmoteca. Cerca de la plaza de Castilla, la Generalitat republicana ya quiso 'higienizar’ esta zona encargando al GATCPAC el dispensario antituberculoso, una construcción hospitalaria rupturista, con planta en forma de L, que incluye un insólito jardín y solarium en las azoteas. Actualmente acoge el CAP Doctor Luis Saye (Torres y Amat, 8-14).

2. Edificio David (Ignasi Mas Morell, 1914)

Ahora las automovilísticas están preocupadas porque ya no se compran coches, pero cuando Henry Ford era el Bill Gates del momento, el lujo era llegar conduciendo a todas partes. Y esto es precisamente lo que se puede hacer en el Edificio David (Aribau, 230-240 - Tuset, 19-21), una construcción única que tras una fachada clasicista esconde rampas que permiten subir incluso al ático en coche y aparcarlo dentro del despacho. Esta utopía automovilística, que fue un icono de la 'gauche divine', celebra los 100 años de vida muy en forma, con gimnasio en el interior y nuevos espacios de ‘coworking’.

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3. Reial Acadèmia de Medicina (Ventura Rodríguez, 1761)

Durante milenios nos encomendamos a dioses y remedios para curarnos todos los males, pero con la Ilustración decidimos que ya era suficiente, que era necesario abrir a unos cuantos muertos y aprender cómo funcionaba el cuerpo. En el siglo XVIII estas disecciones se hacían en el anfiteatro anatómico de la Real Academia de Medicina (Carme, 47) , con los médicos sentados en unas gradas concéntricas y vertidos en la mesa de operaciones, donde se descuartizaban cadáveres frescos del Hospital de la Santa Creu. Durante décadas se formaron los cirujanos del ejército y ahora todo se mantiene sórdidamente intacto. Merece una visita: el mármol con el desagüe para las vísceras os helará la sangre.

4. Pabellón de la República (Original de Josep Lluís Sert y Luis Lacasa, 1937 / Réplica de Antoni Ubach, Miquel Espinet y Juan Miguel Hernández León, 1992)

Durante la Exposición Internacional de 1937 en París, el Gobierno de la República decidió utilizar su pabellón para denunciar las atrocidades de la guerra y conseguir apoyos en la lucha contra el fascismo. Sin un duro pero con el genio de la 'rauxa', Sert levantó el edificio y los grandes artistas de la época se encargaron de llenarlo: Picasso colgó el 'Guernica' cuando todavía goteaba. En 1992 el Ayuntamiento de Barcelona quiso homenajear esta efímera trinchera racionalista y levantar una réplica exacta en la Vall d'Hebron (Avenida Vidal i Barraquer, s/n), junto a las cerillas de Claes Oldenburg. El edificio acoge una biblioteca con uno de los fondos más importantes del mundo sobre la guerra, el exilio, el fascismo y la transición.

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  • Qué hacer
  • Espacios para celebraciones
  • El Poblenou
Palo Alto (Antoni Vila i Bruguera, 1875)
Palo Alto (Antoni Vila i Bruguera, 1875)

Los almacenes hechos 'lofts' o las capillas convertidas en librerías ya no nos sorprenden, pero en la Barcelona preolímpica, cuando la reutilización de espacios era considerada por el 'lobby' del ladrillo como un crimen conceptual, un grupo de pioneros con Pierre Roca y Javier Mariscal al frente se apropiaron de una antigua adobería en el Poblenou y, sin reformarla demasiado, instalaron sus estudios. Después de años de polémicas sobre la propiedad y conflictos con el Ayuntamiento, en la fábrica-jardín de Palo Alto (Pellaires, 30)  –el nombre viene de la altura de la chimenea, pero también del hecho que es un foco creativo como el Palo Alto de Google y Apple en San Francisco– han convivido arquitectos, diseñadores y artistas.

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6. La Fábrica (Ricardo Bofill,1973-1975)

En una antigua cementera de Sant Just Desvern, Ricardo Bofill cumplió un doble sueño vital: levantar el Walden 7, el icónico y monumental barrio vertical, y a la vez transformar los depósitos de la fábrica (Avenida de la Industria, 14) en su casa-taller, aprovechando los módulos existentes e integrándose en ellos: su despacho, por ejemplo, está bajo un silo de cemento. "La gente lo consideraba el peor lugar del mundo, transformarlo fue un desafío divertido", explicó el arquitecto. Limpiaron el polvo de la fábrica, plantaron toda clase de vegetación, y el resultado tiene un aspecto futurista, de ciudad postapocalíptica de Mad Max con sillones Eames y mobiliario de diseño. Con las normativas actuales nos habríamos perdido esta maravilla.

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7. Viviendas Barceloneta (Josep Antoni Coderch, 1954)

En los años 50, cansados ​​de la uniformidad racionalista que levantaba edificios idénticos tanto aquí como en Nueva York o Chandigarh, arquitectos como Josep Antoni Coderch dieron un paso más allá, haciendo las paces con la tradición e incorporando las novedades en la arquitectura de aquí. En la Barceloneta, Coderch construyó un bloque de viviendas (Pg. Joan de Borbó, 43) que combinaba el atrevimiento (planta irregular, fachadas con pliegues y sin agujeros) sin renunciar a los materiales del barrio, como las persianas marineras. En estas viviendas social-revolucionarias vivió Pepe Rubianes muchos años.

8. Edificio Mediterrani (Antoni Bonet, 1960-1965)

Construir en un chaflán ha sido siempre uno de los grandes dolores de cabeza arquitectónicos de Barcelona, por la dificultad de vencer los ángulos que se crean y porque los bloques acaban con mucha fachada y poco acceso al interior de manzana. En los años 60, Núñez y Navarro encontró la fórmula de la Coca-Cola arquitectónica que le ha permitido fabricar como churros (y dañar muchas joyas modernistas por el camino). Antes, los arquitectos del GATCPAC plantearon soluciones imaginativas al chaflán tradicional, como esta esquina en L de Antoni Bonet, con dos edificios (Consell de Cent, 160-186) sostenidos por pilares de hormigón que crean una planta baja vacía para disfrutar de más espacio en las aceras.

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9. Canódromo Meridiana (Antoni Bonet, 2010)

Durante 40 años, bajo la gran cubierta parabólica del Canódromo (Concepción Arenal, 165), se han dado cita cientos de personas para ver las carreras. Corrían galgos, pero también apuestas, que terminaban en peleas día sí, día también. "Era un sitio para el vicio", recuerda un vecino. Después de la descarga de adrenalina, que duraba unos segundos, la gente volvía a la apatía del bar, se amontonaban en las taquillas para apostar de nuevo. Cerró en 2006, inicialmente para instalar un centro de arte contemporáneo, pero después de una sonada polémica desde 2016 se rebautizó como Canòdrom-Ateneo de Innovación Digital y Democrática.

10. Calle del Carme, 55 (Josep Llinàs, 1992-1995)

Construir obra nueva en el distrito de Ciutat Vella es complicado, por la geografía laberíntica de las calles y el difícil encaje con los edificios vecinos. En el barrio del Raval este bloque residencial (Carme, 55) consigue solucionarlo, integrándose en el vecindario con un diseño nada llamativo y un buen porche en la esquina, que la hace más amable y  mejora el entorno: “Quería que el edificio diera un paso atrás y sacara la cabeza hacia adelante”, explica Josep Llinàs. También tiene soluciones imaginativas para llenar las viviendas del bien más preciado del barrio: la luz natural.

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