Un paquistaní de bigote inhumano pide una infusión. Una abuela bizca cargada con bolsas de la Boqueria baraja un café, su perrito aprovecha para escaparse y lamerme los dedos del pie-malditas chancletas-. En la terraza, un grupo de estudiantes barbudos de la Massana hace una competición de quintos ... Es el Mendizábal, el bar más incorrupto del Raval. No creo que haya ningún otro establecimiento tan en contacto con el exterior. El Mendi-como lo conocen sus acólitos-, más que un negocio en la calle, es un trozo de calle convertido en negocio, porque básicamente no tiene local. Una barra adosada a una fachada y unas mesas en el exterior conforman el mobiliario; la estrafalaria fauna de los Andes Ravalera se encarga de poner el resto.En el Mendi podrá tomar una copita de pie en la calle, haciendo amistades inesperadas, o reposar en la terraza de la plaza del Canonge Colom, una isla urbana que se esconde a plena vista y, a pesar de su proximidad con el infierno turístico, nunca se ha visto castigada por familias inglesas de piel abrasada. Este bar tiene un escudo que repele los guiris Paellador como si fueran vampiros ante un camión de alioli. Es demasiado desconcertante, demasiado Raval para atraer al rebaño. Y eso que hacen unos bocadillos orgiásticos con materia prima de la Boqueria que recomiendo para hacer esponja antes de los cubatas. Ahora bien, el mejor, más allá de viandas, es la posibilidad de ver el desfile de frikis de la calle del Hospital en vivo y en directo, en la