Red casera


Guzzo tiene el único buzón muerto de Barcelona: una instalación de un disco duro con un USB clavado en la pared, donde la gente puede dejar ficheros sin el control de la red. Los mensajes también pueden ser de papel y lápiz.
Desde el triste cierre del Bel·Luna Jazz Club, Barcelona no ha tenido una plaza que combine con solvencia el binomio de restaurante y música negra. Ahora bien, el veterano promotor y DJ Fred Guzzo da un serio paso adelante con el nuevo, novísimo, Guzzo. "Me cortaba que se llamara como yo. Tenía pensado llamarle Congo Square", explica. Pero lo desestimó: apropiarse del nombre de la zona cero del jazz, la plaza donde los esclavos de Nueva Orleans se reunían para tocar, le pareció exagerado.
Está justo delante del mercado del Born: como si fuera una venganza simbólica, Guzzo ha erigido un club musical-galería de arte-restaurante donde había una oficina bancaria especialmente fea, un Barclay's. "Hemos desahuciado a un banco para crear un local de ocio, cultura y música", me dice, eufórico. Guzzo, uno de los selectores más finos de Barcelona de jazz, funk y todo el ritmo que venga de África en general, puede estar orgulloso del local homónimo: es un prodigio de interiorismo y diseño que hay que conocer, a medio camino entre la estética industrial y el espíritu casero, fenomenal. Quería música, arte y comunicación y no se ha quedado en la superficie: figuras internacionales del arte urbano decoran las paredes, y hay un muro donde cada cliente puede dibujar lo que quiera. Ellos mismos sellan y envían los folletos-postales que la clientela puede depositar en un buzón. Abren a mediodía para comer: una carta recomendable, casera y sin pretensiones, con toques asiáticos y franceses, donde el filete se llama filete y el 'nem' se llama 'nem'.
¿Y la música? "Tenemos una insonorización de 85 decibelios, podremos hacer lo que queramos", presume Guzzo. La intención es recuperar el espíritu del primer Café Royale, "donde la gente no venía porque pinchara tal o tocara tal otro, sino porque sabían que siempre se cocía algo". No tendrá programación estándar: optarán por anunciar sorpresas con poca antelación (¡han pasado por ahí Raynald Colom & The Re-Fugees y Sara Pi con un cuarteto de cuerda!), y en cualquier momento puede entrar un artista de renombre a pintar. Lo mejor de todo: los precios no apuntan a la clase alta ni al guiri: copa de cerveza, dos euros; gin-tonic del bueno, seis; cóctel, siete; buena comida, quince. Larga vida al Guzzo, el Born lo necesita.
Guzzo tiene el único buzón muerto de Barcelona: una instalación de un disco duro con un USB clavado en la pared, donde la gente puede dejar ficheros sin el control de la red. Los mensajes también pueden ser de papel y lápiz.
Las paredes –de pladur– se renovarán cada seis meses, y ahora acogen a la Champions del graffiti: murales de Zacharevic y de Andrea B-TOY. ¡Esto es comer, cenar o bailar en una galería de arte urbano!
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