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La cançó de Barcelona

Historia de la canción de Barcelona

La banda sonora que ha marcado la historia contemporánea de Barcelona, de los años 60 a nuestros días

Escrito por
Marta Salicrú
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Repasamos la historia musical de Barcelona a partir de sus canciones más emblemáticas, de los años 60 hasta hoy. Un repaso a las épocas y a los estilos que imprimieron un sello particular a la escena musical de nuestra ciudad, de la Nova Cançó a la rumba catalana, de los Mods de los 80 hasta Manel, Mishima y otros grupos de nuestros días, los que marcan los conciertos importantes de la temporada. ¡Le damos al 'play'!

NO T'HO PERDIS: las novedades discográficas para estar a la última

Los 60: Conillet de vellut
© Oriol Malet

Los 60: Conillet de vellut

Retratocon una Hasselblad de la BCN de los 60. De Els Setze Jutges a la Gauche Divine

Canta
ban Brassensy 'menjaven fetge d’un penjat'. Hacían pruebas de ingreso a los aspirantes a formar parte de su grupo en La Cova del Drac, el club que había en el sótano del drugstore del número 30 de la calle Tuset. Se oponían al franquismo, hacían canción protesta que burlaba la censura y rescataron el catalán para la música popular. Eran Els Setze Jutges y sus veredictos se expresaban a través de la Nova Cançó. Era 1961 cuando Josep Maria Espinàs se inventó el nombre con Miquel Porter i Moix y Remei Margarit para formar el colectivo de cantantes y músicos que entre sus dieciséis miembros tuvo a Joan Manuel Serrat, Lluís Llach, Maria del Mar Bonet, Quico Pi de la SerrayGuillermina Motta, y del cual quedaron fuera, al suspender el test, Pere Tàpias y Pau Riba, que entonces fundaría una alternativa filoyanqui al afrancesado colectivo, el Grup de Folk.

No fueron los magistrados de la Nova Cançó a quienes Serrat inmortalizaría en 'Conillet de vellut', crónica de un afer romántico fallido con una modelo y retrato –con una Nikon o una Hasselblad– de la Barcelona cool de mitad de los años 60, la de la Gauche Divine, los burgueses izquierdosos que de día tenían éxito en sus profesiones liberales y por la noche bailaban en la discoteca Bocaccio, una cosa y la otra a menudo sin alejarse demasiado de la calle Tuset, el Carnaby Street barcelonés. Dice, dicen, dicen que el tema está inspirado en la aventura de el 'noi del Poble-sec' con Susan Holmquist, Miss Dinamarca y Miss Naciones 1964, que con su marido, el fotógrafo Gianni Ruggiero (“el conill fora del niu m’enganyava amb qualsevol objectiu”), formaba parte de aquella élite que el promotor Oriol Regàs, artífice de la escena, definió como un grupo de gente que parecía “tomarse en serio su profesión” a pesar de enfrentarse a la vida “con cierto sentido frívolo”, y que eran de izquierdas a pesar de hacer todo lo posible por vivir como “la gente de derechas”.

En menos de tres minutos, 'Conillet de vellut' –publicada en Serrat/4 (Edigsa, 1970), su cuarto álbum en catalán y el retorno a esta lengua después de tres discos en castellano– nos sitúa en aquella Barcelona glamurosa en la que otro fotógrafo, Leopoldo Pomés –el héroe del protagonista de la canción–, abría restaurantes de diseño como el Flash Flash y Il Giardinetto. Y lo hace mejor que en 90 minutos la película 'Tuset Street' (Jorge Grau y Luis Marquina, 1968), con banda sonora de Augusto Algueró: un Bocaccio soul que Los Gritos adaptarían al castellano.

Los Gritos se formaron en Torremolinos, pero Barcelona también tenía su cuota de grupos beat, surgidos a la sombra de los Beatles y de la 'British Invasion' de principios de los 60, que cantaban en castellano y la libertad que defendían era la de llevar el pelo largo. Unos fueron Los Sírex, que hicieron de teloneros del quinteto de Liverpool en su único concierto en la capital catalana, en 1965, y que, a parte de querer barrer las cosas malas con 'La escoba', le dedicaron una canción al San Carlos Club de Gran de Gràcia delante de Fontana –la parada en la cual The Free Fall Band cantarían 50 años después–, sala de conciertos desde donde se difundió el credo de las guitarras eléctricas en la ciudad. Otros fueron Los Mustang, que triunfarían adaptando las canciones de Lennon y McCartney, y otros más, Los Salvajes, que a quien versionaron fue a los Rolling Stones.

Los 70: la rumba de Barcelona
© Oriol Malet

Los 70: la rumba de Barcelona

Hija de Cuba y de un gitanito. De la rumba de lacalle de la Cera a la Ona Laietana

Somorrostro, Bon Pastor, Hostafrancs, la Guineueta, Sants, Carmelo, Guinardó, Poble-sec, Barceloneta”, canta Xavier Patricio Pérez Álvarez (Buenos Aires, 1951 – Caldes de Montbui, 1990) en 'La rumba de Barcelona', incluida en el primer álbum en solitario de Gato Pérez, 'Carabruta' (1978): en la portada, firmada por Colita, hay un retrato del Gato en el desaparecido Tabú de la calle Escudellers, refugio para los aficionados a la salsa y a los ritmos latinos en la Barcelona de los 70. “Santa Eulàlia, Casc Antic, Clot, el port i la Verneda”. Dice la versión más extendida que la rumba había nacido en los años 40 en la calle de la Cera, eso que entonces se conocía como el Barrio Chino y al que ahora llamamos Raval. Dice que se la habían sacado de la manga unos gitanos (“la rumba nace en la calle hija de Cuba y de un gitanito”) que, cuando los reclamaban para animar bodas, rascaban la guitarra y con el mismo impulso hacían la percusión con la caja del instrumento, una invención rítmica que bautizaron como ventilador.

Dicen también que entre estos primeros patriarcas de la rumba estaba el tío González, padre de Antonio González Batista, el gitano de Gràcia (“rey de todos los barrios de la fiesta y del sabor”) que se convertiría en el faraón consorte de Lola Flores. Y es a él, al Pescaílla (1925-1999), a quien, con Pere Pubill Calaf, Peret (1935-2014) –quien en plena euforia olímpica cantaría que “Barcelona es poderosa”–, se le atribuye la paternidad de una rumba catalana de la cual cogerían el testigo Los Amaya.

Per
o es el Gato quien, cuando la descubre entre los años 70 y 80, la saca del gueto. Quizá sin él esta hija bastarda del flamenco, la música caribeña y, según Peret, del rock, no habría sido la banda sonora de Barcelona 92, cuando el Ayuntamiento apostó por la versión de Los Manolos del 'Amigos para siempre', el himno de nuestros Juegos Olímpicos.

Gato Pérez
es, además, una figura puente entre la entonces desprestigiada rumba –por gitana, ravalera y quinqui– y la Ona Laietana, la escena 'underground' barcelonesa. La Ona Laietana no era un estilo: cabía el rock progresivo de Ia & Batiste, el jazz mediterráneo de la Orquestra Mirasol, la canción de autor galáctica de Sisa y los ritmos caribeños de la Orquestra Plateria. Fue el Gato quien se sacó el término 'laietano' del sombrero panamá: trabajaba en Edigsa cuando la discográfica de la Nova Cançó empezó a publicar álbumes de los músicos que actuaban en la sala Zeleste –quienes no había podido o querido ser de Els Setze Jutges y habían formado parte del Grup de Folk– con un nuevo sello con el nombre del icónico local de la calle Argenteria. 'Qualsevol nit pot sortir el sol' (1975), segundo álbum de Sisa, fue la primera referencia de Zeleste / Edigsa, y la canción que le da título, un himno de aquel local de la Ribera.

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Los 80 y 90: Cadillac solitario
© Oriol Malet

Los 80 y 90: Cadillac solitario

La sombra del Tibidabo. Mods y roqueros, pop y mestizaje

Loquillo y Trogloditas se habían marchado a buscar suerte al Madrid de la movida cuando el Loco cantaba que tenía el Cadillac aparcado en el Merbeyé y el martini de la coctelería de Sant Gervasi le hacía añorar un amor perdido. Por eso no ha de extrañar que en 'El ritmo del garaje', la canción que abre y titula el LP de debut de 1983 del grupo, haga un dúo con Alaska. A pesar de esto, la sombra del Tibidabo planea sobre el álbum, de manera implícita con el homenaje que le hacen a Los Rebeldes, grupo roquero barcelonés afín, que en 1993 –cinco años después de cantarte al Mediterráneo– publicaría la canción 'Barcelona, Memphis', colaboración con Loquillo grabada en la ciudad norteamericana.

Pero en el primer disco con los Trogloditas hay bilis contra una ciudad en la que el grupo no había triunfado: “Buscas tu oportunidad de poder escapar de Barcelona ciudad”, decía otra de las letras de Sabino Méndez, compositor de la banda. Como precursora de las canciones de o
dio hacia Barcelona estaba 'Ciutat podrida' (1979) de La Banda Trapera del Río, y como sucesora, el himno anti Barcelona 92 'No olimpigs' (1988), de L’Odi Social, pioneros de la escena hardcore de la ciudad que con la llegada de los 90 haría nacer el sello BCore.

El
batería de los Trogloditas, Jordi Vila, antes lo había sido de Los Burros, la banda que tenían Manolo García y Quimi Portet antes de convertirse en El Último de la Fila y ser, con su pop con dejes de rock andaluz, uno de los grupos con más éxito del pop en castellano de las dos últimas décadas del siglo XX. En uno de sus temas más populares, el que tiene también un asno en el título, 'Como un burro amarrado en la puerta del baile' ('Astronomía razonable', 1993), el protagonista de la canción se identifica como barcelonés para justificar que se muere de calor –como si los barceloneses no estuviéramos acostumbrados a las altas temperaturas, ni que fuera de Reykjavík–. Un año antes de la disolución del dúo con García, Quimi Portet le cantaría a 'La Rambla' en su segundo disco en solitario, 'Hoquei sobre pedres' (1997). Casi 20 años antes, su futuro compañero en el Col·lectiu Eternity, Jaume Sisa, había cantado a la defunción de la ahora turística arteria, que en los años 70 era territorio de rambleros transgresores como Ocaña.

En los 90, también les fue bien por España a Los Sencillos, a quienes debemos una postal musical de Barcelona como 'Drama' (Colección de favoritas, 1999). La banda de Miqui Puig tenía raíces en el revival mod de los 80 de donde surgieron Brighton 64, Los Negativos y Kamenbert, que hicieron aportaciones a la banda sonora de la ciudad como 'Barcelona blues', 'Bagdad' o 'Terciopelo azul', que acaba con una frase de las que te podrías tatuar: “En Barcelona ya no hay nadie como tú”.

Per
o si una exportación musical transcendió los Pirineos, fue la que a finales de los 90 se llamó Sonido Barcelona, una fusión multicultural con peso de las músicas caribeñas y latinoamericanas, resultante de la convivencia en la ciudad de músicos de diferentes rincones del mundo. Encabezada por Manu Chao, que al establecerse aquí hizo de imán y atrajo a admiradores de múltiples orígenes que querían seguir sus pasos, tuvo baluartes como Ojos de Brujo (ahora escindidos en Marinah y Lenacay) y Dusminguet, de los cuales recogió el testigo el actual grupo de rumba y cumbia de su líder Joan Garriga, La Troba Kung-Fú.

Del 2000 al 2015: Teresa Rampell
© Oriol Malet

Del 2000 al 2015: Teresa Rampell

La escena se mira en el espejo del ascensor y se ve guapa. La edad de oro del pop catalán

David Carabén subía caminando hacia Gràcia “amb aquella eufòria de qui sap que allà on va trobarà una raó per quedar-se, tot i que és enlloc on es voldria exiliar” (con aquella euforia de quien sabe que allí donde va encontrará una razón para quedarse, aunque es en ninguna parte donde se querría exiliar). Aunque la frase no la cantaría hasta 2007, en el cuarto álbum de Mishima, 'Set tota la vida', estamos a mediados de los 90, y quien tenía que convertirse en el líder del grupo barcelonés tiraba hacia la plaza del Sol para intentar saciar aquella sed, seguramente en el desaparecido Mond Bar. Cerca de la plaza de Francesc Macià, DJ Sideral pinchaba en un recién abierto Nitsa Club con pista giratoria –donde después estaría el BeCool– que todavía no había bajado a la Sala Apolo: los 'indie kids' de Barcelona descubrían el dance. Al principio, el idolatrado y fallecido Aleix Vergés (1973-2006) combinaba los platos con el pop electrónico de su grupo, Peanut Pie, el único álbum de los cuales, publicado en 1996, produjeron Enric Palau y Sergio Caballero, directores de un festival Sónar que había arrancado solo un par de años antes. En 2014 Talaboman, el dúo formado por el barcelonés John Talaboty por el sueco Axel Boman –que vivió en Barcelona durante el reinado de Siderallo recordaban con un 12’’ bautizado con el nombre artístico de Vergés.

A final
es de la década, en 1997, Los Fresones Rebeldes triunfarían desde Barcelona a todo el Estado con el indie-pop de su debut 'Es que no hay manera' (con el tiempo sus miembros formarían grupos como Les Très Bien Ensemble y Cola Jet Set y la editorial L’Altra), el mismo año en el que el primer EP de Astrudseñalaba al dúo de Manolo Martínez y Genís Segarra como 'the next big thing' (simultáneamente Segarra formaba Hidrogenesse). En 2004, en'Performance', su tercer álbum, Astrud situarían en Barcelona su declaración de amor al dúo vasco Chico y Chica, 'Todo nos parece una mierda'. En un ejercicio de economía del lenguaje, tuvieron suficiente con un par de menciones al NitBus para situarnos.

Astrud
y los Fresones cantaban en su lengua materna, pero a Mishima, StandstillyLove of Lesbianles costó algunos álbumes hacerlo, después de abandonar el inglés por el cual habían optado algunos de los grupos del indie español de los 90. Carabén y compañía nos trajeron un souvenir del Camp Nou con 'Miquel a l’accés 14', la declaración de amor de un trabajador del campo del Barça incluida en 'Trucar a casa. Recollir les fotos. Pagar la multa' (2005). Delafé y las Flores Azulescon el ex-Mishima Oscar d’Aniello rapeandose enfrentaron a 'El monstruo de las Ramblas' (2007) en su primer álbum; quizá fue ese monstruo quien hizo daño a la Negra Flor con quien Radio Futura habían paseado dos décadas antes. Y aunque Santi Balmes no da pistas de cual era el lugar de 'Allí donde solíamos gritar', del '1999' (2009) de los lesbianos, el videoclip de Lyona nos lleva de excursión por la Barcelona que no ven los guiris, de la Zona Franca a la Fabra i Coats. Mientras, la 'Teresa Rampell' de Manel –el grupo que, con éxito artístico y de público, mejor ejemplifica el buen momento del pop catalán después del cambio de milenio– tararea el 'Heart of glass' de Blondie cruzando el puente de Vallcarca, quizá desde Sant Gervasi y en dirección al Carmel, a punto de enamorarse de un golfo, como la Teresa de Juan Marsé.

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