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No es ningún secreto: Barcelona, y especialmente el Born, es una potencia mundial en cuanto a bares y coctelería. Cualquier sábado por la noche en el Born es fácil reconocer grupos de turistas mixológicos de barra fina (y no tan fina) que visitan, con auténtica devoción, algunos de los mejores bares de Barcelona (que también lo son del mundo). Ahora bien, la cara incívica y sucia del turismo de bar es el pub crawling, esas rutas organizadas con ánimo de lucro que promueven el consumo desmesurado de alcohol con ofertas cerradas: grupos ruidosos que van de bar en bar, compuestos exclusivamente por turistas.
El Ayuntamiento de Barcelona quiere ponerle freno: acaba de aprobar un decreto que prohíbe las rutas organizadas para el consumo de alcohol en toda la ciudad y durante las 24 horas del día. Hasta ahora, el pub crawling –arrastrarse por los bares, literalmente– estaba restringido únicamente a Ciutat Vella –desde 2012– y al Eixample –desde el pasado 1 de junio– y solo en horario nocturno. Ahora, sin embargo, un decreto aprobado inicialmente prohíbe promover, organizar, vender o realizar circuitos o itinerarios por varios establecimientos de pública concurrencia o locales de ocio en toda la ciudad.

Esta decisión se ha tomado tras detectar que la actividad de las rutas alcohólicas en Barcelona ya se lleva a cabo durante todo el año, y puede producirse a cualquier hora del día. Seguro que lo has sufrido: estás tan tranquilo en tu bar favorito, y de repente entra una decena de borrachos gritones que se beben uno o dos gin-tonics de un trago y desaparecen, con el riesgo de tirarte la copa por encima o rebozarte la espalda de vómito (a mí me pasó en el desaparecido Malpaso y en el Pony Bar).
El consistorio ha aprobado inicialmente el decreto y, a partir de ahora, se abre un período de información y alegaciones de veinte días, tras el cual se aprobará definitivamente. Una vez entre en vigor, el decreto tendrá una vigencia de cuatro años. El teniente de alcaldía de Economía del Ayuntamiento, Jordi Valls, explica que el principal factor de riesgo de esta atracción turística –que varias webs comercializan– es que genera molestias vecinales, incrementa la presión sobre el espacio público y puede derivar en delitos o infracciones de seguridad vial. "Estas experiencias a la ciudad no le interesan, no las queremos", ha sentenciado Valls.
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